El precio de la grandeza: la responsabilidad. Por Natalia González
En estos días, entre vítores y cantos, solemnes declaraciones ante instancias fiscalizadoras y sentidas despedidas, han proliferado argumentos, de unos y otros, para fundar la eventual irresponsabilidad de cada cual en la fallida compraventa de la casa de la familia Allende.
En ese contexto, se ha dicho, que las “acotadas” funciones de ciertos profesionales habrían impedido levantar las alertas. Tareas que, bajo cualquier perspectiva, se estimarían esenciales a la calidad misma de ser profesional -amen de uno que ejerce una alta responsabilidad- no serían tales debido a que el marco sería acotado.
A su turno, ese marco acotado habría sido la mismísima razón por la que no se le habría informado, a la más alta autoridad de la República de la prohibición constitucional que, porfiadamente, se inmiscuía en los planes de La Moneda. Así, no siendo advertido el presidente (pues no podía serlo por el mentado marco acotado), tampoco le cabría al mandatario responsabilidad, conforme a lo que nos dicen.
Respecto de las otras partes involucradas en la fallida transacción, el argumento es similar. Se ha hecho ver, ya sea por ellas o por sus correligionarios (con más o menos ímpetu y puños en alto) que, aun siendo estas partes personas adultas, altas autoridades de la República y de lata experiencia, no serían responsables.
Y es que tampoco habrían sido advertidas por el gobierno acerca de la prohibición constitucional expresa. Se seguiría, de la acotada labor de los asesores de la presidencia, que, si ella les impedía advertir al presidente de los riesgos de infringir la norma constitucional, menos alcanzaría para advertir a las contrapartes del Ejecutivo respecto de la misma. Al no corresponder la advertencia, no se efectuó y, entonces como ninguno de los tomadores de decisiones supo, estarían de “buena fe” por lo que no cabría reproche personal sobe ellos.
A ello se........
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