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Crónicas de Facundo ¿Diálogo o negociación en Venezuela?

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10.02.2025

¿Cómo dialogar y negociar con quien desea imponer un régimen autocrático? ¿Cómo dialogar y negociar con quien nos amedrenta bajo amenaza de destrucción? ¿Cómo dialogar y negociar con quienes odian la sociedad democrática y la modernidad occidental, que se vertebra alrededor de la libertad? En fin, ¿cómo negociar con quien no quiere negociar?

Estas preguntas, entre otras tantas, se las formula y las formula a sus lectores el ensayista español Miguel Porta Perales en su libro El totalismo (2016). Y aclara, de entrada, que la cuestión no alude al totalitarismo como doctrina política que controla desde el Estado todos los poderes y los somete a un partido único que disciplina las relaciones sociales, bajo una ideología oficial monopólica y encabezada por un sátrapa.

El texto viene al caso a raíz de la visita que recién hizo a Caracas un emisario del presidente reelecto de Estados Unidos, Donald Trump, ¿para dialogar? ¿para negociar? ¿para negociar sin dialogar? o ¿para dialogar y luego negociar? No lo sabemos. Eso sí, acaso y como prenda de buena fe trajo consigo a unos prisioneros norteamericanos, dentro de los muchos que mantiene tras las rejas y como piezas de recambio, a la orden de cada visitante, el régimen depredador de Nicolás Maduro.

Richard Grenell decidió encontrarse con una experiencia que no es política ni ideológica, que no es una dictadura y tampoco una dictadura militar o un mero régimen despótico como solemos decir, sino que es «totalista» como lo dice Porta. Controla y modula a la carta, con un sesgo que este no incluye en sus consideraciones, el ser, además, narcoterrorista.

Luego de referir experiencias psiquiátricas con exprisioneros coreanos, sometidos a un proceso de «reforma del pensamiento», Porta nos explica que el «totalismo» supone la “conjunción de una ideología inmoderada con unos rasgos de carácter individual igualmente inmoderados, en un terreno de reunión extremista entre la gente y las ideas”. Trasvasa hacia todos los campos de la existencia, no solo el político. Es, en su esencia, dice, una forma de populismo, pues apela a la emocionalidad irracional, a la movilización constante, a la forja del enemigo exterior, al victimismo, como narrativas envolventes, amorales, engañosas, deshumanizadoras.

El caso es que, cuando regresamos sobre el camino que hemos transitado los venezolanos durante los 26 años de experiencia con este «mal radical», sin advertirlo como tal ni ser conscientes de su ominosa gravedad – lo vemos como parte de nuestros arrestos patrios entre dictaduras y dictablandas, de revoluciones que se cuelgan al cuello a Simón Bolívar – nos planteamos como natural el diálogo o la negociación. Ni siquiera, como ejercicio serio, consideramos la viabilidad de dialogar con quienes desprecian y pisotean nuestros valores – “nos hemos acostumbrado a vivir en libertad” – o de negociar, sin tener a mano un poder real para darle contraprestaciones a quien se sienta a nuestra mesa armado de cañones, poseyendo “caletas” sin fondo.

Venezuela está secuestrada por una forma de «totalismo» criminal que avanzó, sistemáticamente, por los caminos de la “coerción psicológica” – sólo la revolución contiene, para evitarnos un baño de sangre, se repite – y, sucesivamente, por el de la “persuasión........

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