Cuando el alma se encoge
Pocas palabras suenan tan suaves al oído y tan duras al alma como “pusilánime”. Su raíz latina —pusillus animus, alma pequeña— no alude al tamaño físico, sino al coraje moral. El pusilánime es quien, pudiendo hablar, calla; quien, pudiendo actuar, duda. Es una cobardía elegante, disfrazada de prudencia, que se refugia en la neutralidad justo cuando más se necesita tomar posición.
Y esa cobardía no es abstracta. Se manifiesta con nitidez en la vida política colombiana, donde la corrupción ya no escandaliza ni moviliza. No porque haya desaparecido, sino porque ahora la cometen “los nuestros”. Si el escándalo afecta al adversario, se condena con fuerza; si salpica al aliado, se excusa, se calla, se justifica. En esa lógica torcida, la ética se vuelve selectiva y el silencio, complicidad.
Hoy ya vivimos las consecuencias de haber callado........
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