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El misterio en la Casa Blanca: Un cadáver, un magnate y un silencio…

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"El secreto es la tumba de la libertad."

FIÓDOR DOSTOYEVSKI

Hoy, El Bohemio estaba en silencio. Un silencio raro. Un silencio de esos que no preceden a la tormenta, sino que la contienen, como si el aire supiera algo que nosotros no. Las luces parpadeaban más de la cuenta, y hasta el humo del cigarro de Anacleto se movía lento, espeso, como si dudara en qué dirección escapar. Anacleto se había quedado mirando por la ventana, sin decir nada. Se acercó, se sentó a mi lado, pero parecía incómodo. Nadie hablaba.

Ni una palabra. Ni un sorbo. El silencio en El Bohemio no era por respeto… era por temor, por temor sin saber a qué. Y Anacleto lo sabía. Lo supo cuando puso el sobre sobre la mesa. Un sobre manila, manchado en la esquina. Fue entonces cuando, sin mirar a nadie en particular, soltó la frase como una sentencia: «Lo que más asusta no es lo que Trump ha dicho… sino lo que calla su esposa.» Nadie respondió. Se cruzaron miradas. Y como suele pasar en El Bohemio, las preguntas comenzaron a brotar, como heridas mal cerradas. «¿Y si todo esto de Epstein termina siendo más que un escándalo sexual?» Preguntó inquieto el estudiante de periodismo.

«¿Y si Melania no es sólo una víctima del show, sino una jugadora?» Sugirió la profesora con ironía. «¿Y si Trump no teme perder las elecciones… sino que le abran la caja fuerte de los secretos?» Gruñó el coronel retirado como con rabia. «¿Y si el chantaje ya no viene de afuera… sino de su propia casa?» comentó el boticario incrédulo. Anacleto se reclinó un poco. Aspiró largo. Dejó que el humo dibujara una espiral que se perdió en la penumbra. «¿Han notado» dijo al fin, «cómo Trump ladra contra los migrantes mientras su linaje huele a aduana? Abuelo alemán, madre escocesa, esposa eslovena, y aun así… levanta muros. Detiene niños. Deporta madres. Persigue lo que fue, lo que ama y de donde viene. Se odia en el espejo y convierte su biografía en delito.» Anacleto rió, con esa risa amarga que se le escapa cuando la verdad huele a cloaca. «Camaritas... ahora entiendo por qué la Primera Dama nunca se preocupó por las leyes migratorias ni por las peticiones populares para que el orangután la deporte junto a sus padres y su hijo.........

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