En las últimas décadas, el término tóxico ha sufrido una mutación fascinante. Lo que antes designaba una sustancia peligrosa para la salud, algo medible y objetivo, pasó a describir conductas, vínculos o ambientes que “envenenan” el bienestar emocional. A partir de los años noventa su uso metafórico empezó a crecer, pero fue hacia 2010 cuando se disparó, justo cuando las redes sociales. Los gráficos de Google Ngram lo muestran con claridad: la pendiente se empina más o menos al mismo tiempo que el like se convierte en la nueva moneda de validación emocional.

La coincidencia no es casual. Las redes no solo nos conectaron: también........

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