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John F. Kennedy, Fidel Castro y la historia de lo que pudo ser

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13.02.2025

Recuerdo como si fuera ayer la sesión de la conferencia tripartita sobre la Crisis de Octubre, en enero de 1992, cuando Fidel Castro evocó la muerte de Kennedy.

Alrededor de una mesa larguísima estaban reunidos los personajes sobrevivientes de aquel acontecimiento, cuando habíamos estado a punto, treinta años antes, de “termonuclearnos todos en el planeta” (Retamar dixit). El general Gribkov, que planeó el despliegue de los cohetes; el secretario de Defensa McNamara, que propuso el bloqueo aeronaval (“la cuarentena”); el comandante Sergio del Valle, jefe del Estado Mayor de las FAR en 1962, junto a exsubdirectores de la CIA, asesores de Kennedy, expertos de las tres delegaciones. Entre esos académicos acompañantes, estaba yo.

Fidel recordó entonces el talento y la valentía de JFK, su capacidad de liderazgo. Que su Alianza para el Progreso hacia América Latina y el Caribe había sido una idea brillante. Y que su manejo de la Crisis de los Misiles había consolidado ese liderazgo, por lo que podía haber sido el presidente en mejor posición para rectificar la política estadounidense hacia Cuba.

Fidel había tenido pruebas de esa capacidad el mismo día de su muerte.

Contó que la mañana del asesinato, el 22 de noviembre de 1963, él estaba hablando con el periodista francés Jean Daniel, quien visitaba Cuba por encargo de JFK. Según lo que Daniel había estado preguntándole, Fidel había tenido la impresión de que JFK exploraba la posibilidad de dialogar. En qué medida el líder cubano había tenido conciencia del riesgo que habíamos corrido —le interrogaba el periodista— cuando llegó la noticia del atentado.

Fidel hizo una pausa, para preguntarse si Daniel habría escrito alguna vez acerca de aquella conversación. Recordé que Arthur Schlesinger Jr, amigo personal, biógrafo y asesor de JFK durante la Crisis, con quien habíamos estado trabajando en la organización de la Conferencia, me había mandado un texto que el francés había publicado en The New Republic, apenas un año después de la muerte de Kennedy. Así que apreté el botón del micro y se lo comenté a Fidel. Él se viró para el lado derecho de la mesa, donde yo estaba sentado, y me preguntó qué decía. En ese instante me quedé en blanco.

Casi instantáneamente, Schlesinger, que estaba del mismo lado de la mesa, apretó su botón y comentó telegráficamente la versión de Daniel en su artículo “Cuando Castro oyó la noticia”. Algunos aspectos no mencionados en ese breve comentario, y otros que me vinieron a la mente después del sofocón, me han ayudado a reconstruir aquel momento clave en las relaciones EE. UU.-Cuba, cuando quedaría definida la estructura del conflicto para la posteridad.

Según Daniel, él y Fidel habían invertido una madrugada en hablar de las relaciones, tres noches antes. En esa primera sesión, poco antes del asesinato, el comandante había construido un duro alegato sobre la guerra de JFK contra Cuba, incluyendo Playa Girón, las acciones paramilitares de la contrarrevolución, los alzados del Escambray, el bloqueo, las amenazas de invasión durante la Crisis de Octubre, los planes de asesinato en su contra. Lo consideraba personalmente responsable de todo.

Fidel había comentado que, a fin de cuentas, si lo mataban a él, su influencia en América Latina y “en todo el mundo socialista”, iba a aumentar. Que lo más importante no era su vida, sino la paz en el hemisferio. Para lo cual tendría que surgir en Estados Unidos un líder capaz de comprender las realidades explosivas de América Latina y afrontarlas antes de que estallaran.

Sin embargo, acto seguido había reconocido que “Kennedy todavía tiene la........

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