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Dalila, su dedo señalando a la luna

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Dalila León Meneses (Sancti Spíritus, 1980) es como un cometa. Va dejando un rastro de fuego a su paso. No solo por su ígnea y cumplida cabellera. Tiene la apariencia de una rock star, transgresora y díscola, pero, según sus amigos, es dulce y melancólica al trato. Una muchacha que a veces recorre como una sombra su ciudad, y otras va esparciendo luz entre las casas coloniales, seguida por perros vagabundos y niños curiosos que la confunden con una turista.

Por su trabajo en verso y prosa ha recibido numerosos reconocimientos, como los premios Pinos Nuevos y los que otorgan las ciudades de Sancti Spíritus y Santa Clara. Ha publicado siete libros: Bon Appétit (Letras Cubanas, La Habana 2014), Sin buenas nuevas (Ediciones Reina del Mar, Cienfuegos, 2016), Pop Art Collection (Editorial Luminaria, Sancti Spíritus, 2016), Antes que amanezca (Editorial Luminaria, Sancti Spíritus, 2017), Bon Voyage (Editorial Capiro, Santa Clara, 2018), Entrega a domicilio (Ediciones Aldabón, Matanzas, 2021), y Causas naturales (Editorial Cause, Pinar del Río, 2023).

Trabaja en la Casa de Cultura de Sancti Spíritus como Instructora del Departamento de Literatura.

¿Cómo, cuándo se dio tu encuentro con la poesía? ¿Hubo alguna persona que contribuyera decididamente a orientar tu vocación?

Desde niña, siempre viví en ese estado permanente de visión poética, sorpresiva y sensible. En este texto, publicado en mi poemario Causas naturales, lo refiero: “(…) Fue en el mercado, / en el zumbido de las moscas que sobrevolaban las vísceras. / En la oscura mancha del delantal /o en la mirada del carnicero al espantar los perros. / Fue en el mercado, mientras mi padre regateaba por la carne /donde se me reveló la poesía, / por primera vez”.

La poesía, como forma de experimentar la vida, es natural en mí. La sinestesia que padezco ayuda bastante, aunque supongo que fue en la adolescencia cuando necesité escribir mis primeros versos, impulsada por la lectura de clásicos que admiraba en esa época.

Hay un género literario llamado poesía. Pero la poesía es anterior a la invención de los géneros. Incluso, muchos poemas considerados notables son excelentes ejercicios retóricos, pero carecen de eso inefable que es la poesía. ¿Cómo resulta para ti la frecuentación de la poesía? ¿Son visitaciones espontáneas? ¿Tienes un método para lograr cierto estado “poético” que te permita trasvasar esa sustancia indefinible al cuerpo de un artefacto literario?

Estar consciente de que vivo en un permanente estado poético me ha permitido expresarlo más allá de las palabras. Fotografía, dibujo, videoarte, son formatos en los que expreso y desbordo mi poesía, solo que con el tiempo el oficio de escribir se te hace más fácil. Cuando encuentras tu voz, escribes y comunicas naturalmente. Es como respirar.

Obviando el encasillamiento de la poesía como género, ¿cuáles son los tres hechos de mayor trascendencia poética de tu vida?

Creo que un hecho de gran trascendencia poética fue asumir que era poeta, ganar mi primer premio nacional, tocar mi primer libro publicado, sentirlo físicamente, como objeto, y comprobar que mis textos gustaban a los lectores. Eso me impresionó mucho y me obligó a creérmelo.

Otro instante fue la repentina enfermedad y muerte de mi padre, que provocó mi último libro publicado, Causas naturales. Asumí la poesía como nunca lo había hecho, en este texto se refleja: “(…) / Esa mañana / mientras guardaba en el closet la ropa limpia / advertí una percha vacía y recordé: / La última vez que la sostuve / mi padre aún estaba vivo. / Esto es la........

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