El correo de los narvales
En un pasaje del libro xiv (“El Gran Océano”) del Canto general (1950), la sección XVII que lleva como título “Los enigmas”, los lectores nos encontramos con el nombre de un extraño animal marino y su “marfil maldito”. Es el narval de Pablo Neruda. He aquí el pasaje:
Sin duda me preguntaréis por el marfil maldito del narwhal, para que yo os conteste
de qué modo el unicornio marino agoniza arponeado…
Este cetáceo extraordinario de los mares nórdicos posee un colmillo enorme, que llega a medir casi tres metros de largo en los animales adultos; hay que hacer notar que nada más uno de sus colmillos tiene esa cualidad. Los científicos creyeron durante largo tiempo que era sólo privilegio de los ejemplares hembras. Es un rasgo de una asimetría extraña, estudiado a principios del siglo xx por el sabio naturalista inglés D’Arcy Thompson en su libro On Growth and Form, de 1917. Para hacerle lugar a tal colmillo y permitir que se desarrolle, el narval tiene sobre el labio superior izquierdo una perforación anatómica a través de la cual se proyecta esa gran pieza dentaria. Espada, columna, cuerno, lanza, arma: de éstas y otras maneras se la describe, siempre con admiración y asombro.
El narval es una ballena pequeña, en comparación con sus parientes más espectaculares; con la ballena azul, por ejemplo, gigante de los mares, el animal más grande de nuestro planeta. El pariente más cercano del narval por sus características morfológicas, nos explican los zoólogos, es la ballena beluga.
La llamativa prominencia dentaria de los narvales que se retuerce desde su base hasta la punta, como una columna salomónica fue identificada durante largo tiempo con un cuerno; con el cuerno de uno de los animales míticos más conocidos, temidos y venerados.
Los marineros que los cazaban en las aguas bravas del Círculo Ártico navegantes noruegos, suecos y finlandeses, sabedores de la verdad conocían bien los narvales, sus presas, y no podían confundirlos de ningún modo; los ávidos compradores, en las arrogantes cortes europeas, de ese marfil oceánico ese “marfil maldito”, dice Neruda, eran las víctimas de ese error, debido a que se le atribuían al colmillo o cuerno diversas propiedades que bordeaban la magia: remedio contra la impotencia sexual, antídoto para los envenenamientos.
El narval ha sido llamado tradicionalmente “unicornio marino”, como lo hace Neruda en ese pasaje del Canto general. No es gratuito el nombre: el colmillo del narval puede hacerse pasar perfectamente nada menos que por un cuerno del mítico unicornio, y de ese hecho, de esa fecunda equivocación, proviene la leyenda que lo rodeaba y el comercio del cual era objeto.
He visto colmillos de narval en el Museo de Cluny, en París, y en el museo praguense de Strahov, en el barrio de la Malá Strana, lucientes en sus anillos de hierro. En Cluny puede encontrarse en la sala donde culmina la serie de tapices medievales que describen la Caza del Unicornio. El barrio viejo de Praga, la Malá Strana, fue el tema nodal sobre el que el “otro Neruda”, llamado Jan, el checo, escribió sus cuentos. Durante largo tiempo se supuso, equivocadamente, que el poeta chileno había tomado su nombre del cuentista de Praga; las pormenorizadas investigaciones de Enrique Robertson muy divertidas, como una buena novela policíaca han aclarado el asunto. El tema de los nombres tiene todo que ver con este animal nerudiano, pues fue precisamente el nombre del narval uno de los primero rasgos que atrajeron al poeta ante esa extraordinaria criatura marina.
Neruda mismo se consideraba un narval chileno de los mares antárticos antípodas del hábitat de esos cetáceos formidables, como en alguna ocasión se identificó también, según leemos en sus libros de memorias, con el tapir. A Miguel Ángel Asturias lo consideraba Neruda otro tapir, animal también llamado danta; al menos, he oído que se usa este nombre, danta, para llamar al tapir chiapaneco. (Neruda y Asturias tenían un vago parecido fisonómico, fácilmente comprobable cuando uno ve las fotografías de ambos lado a lado: cuerpos grandes y parsimoniosos, caras somnolientas de párpados densos.) De la consideración de esas identificaciones a decir que Neruda se veía a sí mismo como un animal exótico no hay más que un paso, que él daba con gusto, como en Arte de pájaros, donde se convierte, se metamorfosea en el ave “Pablo Insulidae Nigrae”, el “ave de una sola pluma” pluma........
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