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JNJ: La prepotencia del poder arbitrario, por César Azabache Caracciolo

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La suspensión que la JNJ impuso a la fiscal Espinoza jamás tuvo pies ni cabeza. Haber intentado dividir sus fundamentos por fragmentos —para eludir la orden judicial que obliga a dejarla sin efecto— ha sido una de las cosas menos serias que he visto en este tiempo plagado de banalidades. La causa de la suspensión fue una sola: no obedecer la orden que la JNJ impartió en junio de este año para devolver la Fiscalía de la Nación a la fiscal Benavides. Esa orden, la de junio, cargaba miles de defectos. Pero uno destaca en la enciclopedia del absurdo: quien expide el título al o a la fiscal de la Nación es la Junta de Fiscales Supremos, no la Fiscalía de la Nación, y la orden emitida por la JNJ fue dirigida a la fiscal Espinoza, no a la Junta de Fiscales Supremos.

Dirección errada, entonces. Tan simple como eso.

Nadie puede obedecer una orden que queda instalada fuera de sus competencias. Comprender esa regla es un asunto de examen para el primer o el segundo curso en Derecho. Uno de esos asuntos que los profesores de facultad regalan para que nadie saque cero en la prueba. Basta con tener algo de sentido común para no equivocarse en esto. Pero la JNJ, que debe elegir jueces y fiscales, que los califica y evalúa, falló en la cuestión más fácil imaginable: envió su orden a la entidad equivocada y luego, en lugar de corregirse, decidió procesar a la destinataria de la orden mal impartida por no hacer eso que, aunque la JNJ quería, no podía........

© La República