Se ha instalado una mentira cómoda, repetida hasta el cansancio, que busca desacreditar a quienes vistieron el uniforme del Perú: que los militares jubilados reciben “doble sueldo” del Estado. La frase suena bien para el titular fácil, amarillista, pero se cae apenas se confronta con la verdad.
Lo que reciben es una pensión —producto de sus aportes durante sus años de servicio (entre 20 y 40 años)— y, si trabajan hoy, una remuneración por un trabajo real, con horarios, responsabilidades y resultados. Nadie trabaja gratis.
Esta es una narrativa ideologizada, diseñada para estigmatizar, para señalar, para convertir a un grupo específico en sospechoso permanente. Y no es la primera vez. A los militares se les convoca cuando el país arde, cuando el orden se rompe y cuando el terror acecha. Pero luego, cuando reclaman sus derechos como ciudadanos, se les trata como ciudadanos de segunda.
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