¿Qué es -y qué no es- terrorismo? ¿Por qué importa definirlo bien?
La palabra terrorismo se encuentra políticamente cargada. Es común que, en discursos, en círculos políticos o en la discusión de la agenda pública, se llame terrorista a opositores o a grupos rebeldes, o bien, se declare que cierta persona o grupo “no es un terrorista” pues es un “luchador por la libertad”, o un “miembro de una resistencia legítima”. O incluso se llega a señalar que el terrorista no es el grupo atacante, sino el Estado que responde con violencia ante ese ataque, comunicando la idea de que quien ejerce “más” o “peor” violencia, es “más terrorista”. Es legítimo emitir opiniones, pero la cuestión es que acá se omite el tema central: El terrorismo no es cualquier violencia que nos parece “elevada”, “extrema” o “inhumana”. El terrorismo es una categoría muy específica de violencia con características propias y distintas a las de otras clases de violencia que pueden ser más o menos letales que ésta. El terrorismo no está determinado por su grado de letalidad, sino por los efectos psicológicos que causa y la única razón para categorizar cierta violencia como terrorismo es poderla estudiar, entender y abordar de manera específica y diferente de otras clases de violencia. Así que, en efecto, alguien puede estar luchando por la libertad de su pueblo, o por una causa ideológica o religiosa, o bien, tener metas de “resistencia”, pero si para ese efecto, emplea tácticas terroristas contra civiles o no combatientes, dejar de clasificar al acto como lo que es, solo ocluye tanto los factores subyacentes a esa violencia como potenciales soluciones para mitigarla.
Hacia una definición de trabajo que pueda funcionar
Decir que no hay una única definición de terrorismo es ya, en nuestros tiempos, un lugar común. Como dije, uno de los mayores problemas al intentar definir un término como ese, es que se trata de un vocablo políticamente cargado. Nombrar a alguien como “terrorista” es colocarlo, automáticamente, del lado del “mal”. Los gobiernos toman decisiones acerca de cuándo y cómo designar a determinado grupo u organización como “terrorista”, para unos años después, bajo condiciones distintas, eliminarle la etiqueta. Muchas veces sus decisiones no están basadas en la naturaleza de esta manifestación concreta de violencia, sino en las agendas políticas que los llevan a optar por clasificar a cierto actor como terrorista o cierto estado como patrocinador del terrorismo. Del mismo modo, sin embargo, hay otros actores políticos que acusan de “terroristas” a determinados estados a causa de los métodos que éstos utilizan para combatir a sus enemigos. Por tanto, la palabra terrorismo es malentendida como “cualquier clase de violencia extrema”, sin distinciones. El problema es que cuando un término deja de definir las fronteras entre lo que abarca y lo que no........© El Universal





















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