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Un tal Juan

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Soy la última de cuatro hermanas. Mientras esperaban que naciera, mis papás habían dado por sentado que sería un varón. Los entiendo. Después de tres mujeres, les parecía lo más lógico. Tener un varón en la familia era un sueño al que se aferraban, aun poniendo la salud de mi mamá en riesgo. Ella tenía cuarenta años, en una época en la que las mujeres ya eran abuelas a su edad. Por eso le recomendaron un “aborto preventivo”. No hizo caso. Siguió adelante con el embarazo. El niño iba a llamarse Juan. Siempre me he preguntado cómo es que, de Juan, pasaron a Melba Beatriz, que fue como me bautizaron. También me he preguntado qué habría pasado si entonces se hubiese podido conocer el género antes del parto. El día que nací, mis hermanas prefirieron ir a la feria de la ciencia a ir a conocer a su nueva hermana. Papá estaba en un viaje de trabajo. Mi tía Melba, su hermana, había venido a acompañar a mi mamá en el hospital, así que me llamaron como ella. Quizá para empatar, también me llamaron Beatriz, como la........

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