Ciudad sin timón: El desgobierno que nos gobierna
En la Avenida del Río o en la Troncal del Caribe, el semáforo es apenas una sugerencia: el peatón cruza como puede, entre el rugido de las motos y la furia de los buses. El espacio público, que debería ser la casa de todos, se disputa a codazos entre vendedores que impiden caminar por las aceras, carros mal parqueados y ciudadanos resignados. Y mientras tanto, la basura se acumula como testigo mudo de un orden que nunca llega.
La cultura ciudadana se desangra junto con la autoridad. Nadie respeta la norma porque nadie la hace respetar, y cuando la autoridad aparece, llega tarde, cansada, sin fuerza moral. Hemos naturalizado la ilegalidad, como si fuera parte del paisaje caribeño, igual que la brisa, igual que el mar. En Santa Marta, la norma se volvió paisaje, un adorno del pasado al que nadie presta atención.
Pero el problema va........





















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