Crónicas de Facundo: La república de Tocorón -Parte II-
Como dato objetivo, a la manera del dios Jano, el de los inicios y los finales, el siglo XXI nos muestra a unas generaciones de venezolanos resilientes, creativos e innovadores, capaces de enfrentar la adversidad en todos los planos con ánimo voluntarioso renovado y ante cada adversidad, destacando como elemento compartido la excelencia, el buen humor: ¡Como vaya viniendo, vamos viendo! Son una minoría o élite quienes forman el cosmos que ha normalizado al crimen transformado en Estado y que desprecia a su propia nación.
Al detenernos ante el hecho político actual sobreviene, sin embargo, una regresión en todos, un sentimiento de frustración, el “yo no creo, vale”. Adviene la personalidad infantil del renegado. Pero es, volviendo a Jano, lo propio del momento liminar que nos toca y del símbolo de las puertas, de los cambios de ciclo. En estos nos encontramos.
Se ha cerrado el tiempo del «quiebre epocal» (1989-2019) y de sus efectos deconstructivos. Sobreviene el de la afirmación del orden global anunciado desde el derrumbe de la Cortina de Hierro. Donald Trump, presidente norteamericano, ha asumido el desafío, sin dejar atrás aquel otro que le planteara a USA Hugo Chávez Frías.
A fin de que despertemos, la periodista Rhona Rísquez, en corajuda investigación (El Tren de Aragua, La banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina), con limpieza de lenguaje y sin muletillas que diluyen su crudeza nos muestra la razón grave y de mayor peso que ahora compromete nuestras relaciones con la Casa Blanca. Así que, ¡calma y cordura!
Entender la final reacción norteamericana contra el gobierno imperante en Venezuela – que no implica validar todos sus procederes – es, repito, un acto de madurez genuina. Al miedo, como lo supieron los habitantes de Medellín tras el largo dominio de El Patrón del Mal, Pablo Escobar, para superarlo cabe ponerle rostro. Lo explica la obra colectiva Rostros del Miedo, de la Corporación Región, publicada en 2003.
¿Cómo pudo formarse entre nosotros, venezolanos de bien, ese engendro o monstruo del Tren de Aragua, que ha salpicado nuestro gentilicio y para que Venezuela pueda enmendar en su camino hacia la reconstrucción de la nación, antes de que podamos rehacernos como república? ¿Jano, antes de mostrarnos el pasado y el porvenir desde sus puertas, nos descubre bicéfalos como nación?
Cualquiera podría argumentar que es propio de la condición humana, es la permanente lucha entre el bien y el mal. Somos la especie caída a la vez llamada a su perfectibilidad.
Lo cierto es que en esa organización criminal trasnacional declarada terrorista y en su andamiaje expandido sobre y desde Venezuela, reside el mal absoluto o radical. No es humano. En ese Tren de Aragua y su república de Tocorón se conjugan comportamientos que, tal como lo refiero en reciente libro (El mal absoluto y su final en Venezuela, 2025), citando a Plotino, “descienden más abajo de la maldad humana”. O como lo entiende Hannah Arendt, es cuando “deja de ser tal hasta volverse enfermedad del alma.”
Conozcamos, pues, los hitos, desde su génesis, de ese engendro o desviación que se cocinó dentro nuestro hogar patrio,........
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