Crónicas de Facundo: Estamos en guerra
El ruido de redes y el tsunami de críticas dirigido contra Donald Trump – que en buena lid ha de ser observado, tanto como demandar enmiendas concretas a sus actos cada vez que corresponda, como ha de ser en toda democracia – está revelando que, en nombre de la democracia y de la protección de derechos humanos lo que se busca, en un marco de polaridades, es renovar la criminalización de la política; su judicialización con claros fines políticos y a costa del mismo Estado constitucional y de Derecho.
Si más allá de haber declarado enemigos de Estados Unidos a Nicolás Maduro y sus aparatos criminales: el Tren de Aragua y el Cártel de los Soles, la cuestión es la de su personalidad, su talante de mandón es dato viejo y ya conocido. Le ha ofrecido sus dos victorias electorales. De donde, si algo cabe preguntar es ¿por qué los norteamericanos lo han reelegido abrumadoramente?
Quienes lo ametrallan y desde ya le llaman «dictador» – obviemos a los demócratas, legítimos opositores – son en buena parte los que validan y justifican con sus silencios e incluso normalizan al usurpador de Maduro, perseguido por la comisión de crímenes de lesa humanidad y haber desmaterializado el orden legal en Venezuela.
¡Que, si a mí me gusta Trump, diría que no! A mis años prefiero gobernantes con el talante de Juan Pablo II o de San José Gregorio Hernández. Pero ni este ni aquel están preparados para conducir una guerra – me refiero a la de quinta generación en boga y que deja víctimas, lamentablemente – y que es de alcance global. Se inició en 1989 tras el derrumbe de la Cortina de Hierro y el fin de la bipolaridad. Alcanzó su primer hito luego de que Trump impusiera aranceles del 25% a las exportaciones de China y, al sobrevenir como respuesta la pandemia, originada dentro de esta, en 2019. Quedaron a la vera 15.000.000 de muertos. Triplicaron los del Holocausto. Nadie, menos la ONU, se inmutó o le reclamó a China la reparación de los daños transfronterizos ocurridos, enterrándose así los cánones del vigente y, por lo visto, agotado Derecho internacional posbélico, el de 1945. ¿De qué hablamos, entonces?
Esa guerra vive hoy su fase final, la de la reordenación global. Avanzamos hacia un renacimiento en pleno parto, tras treinta años de deconstrucción cultural, social y política, y de demolición de todas las certezas que conoció Occidente hasta el momento en que decide destruir sus propias raíces. Hemos quemado nuestras iglesias y desmontado los crucifijos, para no ofender a los musulmanes. Hemos derribado la estatuaria colombina, para negar a nuestros padres y volvernos adánicos.
En ese tiempo largo, que se ha tragado a dos generaciones y media, la administración venezolana, declarado enemigo por USA, una vez como pacta su asociación con el narcotráfico colombiano en agosto de 1999 creó su espiral de violencia. Hasta 2022, 300.000 venezolanos inocentes fueron víctimas de homicidios. ¿Estamos o no en una guerra?
Contextualicemos, entonces, lo que viene ocurriendo para mejor comprenderlo. El cinismo no abre caminos hacia la paz con libertad; que es muy distinta de la paz negociada a la que aspira, para los venezolanos, el encuestador del........
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