Las recientes elecciones en Venezuela han confirmado lo que muchos temían: un proceso sin competencia real, sin árbitro independiente y sin observación internacional creíble. El chavismo, con una abstención de casi el 60%, logró retener el control casi absoluto del poder político, fortaleciendo una estructura que ya no se sostiene en la voluntad popular sino en la maquinaria del miedo, la exclusión y la manipulación institucional.

Lejos de ser una celebración democrática, estas elecciones han sido una puesta en escena para legitimar un modelo autoritario profundamente erosionado. La oposición fue arrinconada por inhabilitaciones, persecuciones y fragmentación inducida. El poder electoral opera como un apéndice del régimen, y la justicia se ha transformado en un instrumento para castigar al disidente. El resultado no es una sorpresa: es la confirmación de que el voto,........

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