Amad a vuestros enemigos
Leía estos días en la última novela del historiador José Soto Chica, sobre la guerra de las Alpujarras, la historia de un niño serbio al que los turcos habían tomado como “tributo de sangre” de su aldea a la temprana edad de nueve años. Cuenta el autor como el niño, después de un doloroso viaje, llega a Constantinopla, capital esplendorosa del imperio Otomano. Allí, al ver rezar arrodillados a los soldados turcos, se da cuenta de que hace tiempo que ha dejado de pedir a Dios ser liberado. Y Dios, dice, guarda silencio…
Esta no es una experiencia extraña para nuestro tiempo. Son muchos los niños que en las múltiples guerras que hoy vive la humanidad, se enfrentan en su infancia al silencio de Dios ante el horror de la violencia. Y de forma ciertamente menos obscena, pero también dolorosa, cada uno de nosotros ha experimentado el atronador silencio de Dios ante el mal o el sufrimiento, propio o cercano, o por la........
© El Adelantado
