La hija de Bolívar
30 de abril de 2025
Néstor Melani-Orozco
Lo vi un día de mis viajes en el museo del Louvre, a «La Libertad guiando al Pueblo» y entre legionarios descritos por Delacroix, hombres heridos, milicianos y proletarios y en un detalle entre brumas, la catedral de Notre Dame, entre el humo de la guerra, mientras una mujer iba llevando de gloria la bandera francesa. Fue estar horas frente a la pintura del romanticismo con la eternidad de los derechos sociales y el canto eterno de los himnos. De la mujer en la sangre de pueblos…
Poseía unos ojos grandes inmensos, más eternos que su heredad vasca, de su padre Liberador de América. Del azul del Mediterráneo y de la esencia griega de los dioses antiguos del Olimpo como del hacedor de los siglos en la puerta del sol en el Alto Perú. Un día de mi primera juventud lo leí en la biblioteca de mi padrino, el poeta Teodoro Gutiérrez Calderón, cuando el insigne mentor escribía «La Mujer de las Manos Cortadas» entre los rostros de los hijos de Bolívar y de la Francia de la Revolución, donde moría Marat por traidor y Carlota Coday era llevada al cadalso. Mientras Miranda invocaba la orden mayor de la Trinidad y desde los mundos se devolvía la existencia del dolor en el Titicaca de Condorcanqui y el joven oficial del batallón de los valles de Aragua, viudo de su madrileña María Teresa Rodríguez del Toro, regresando a la logia de Aranjuez y junto a Vittorio Mayo, su amigo, vive la vida. Viaja por España y se viste de dandy. Un día se burla de las guardias reales del cruel imperio que dominó al nuevo mundo, en la Puerta de Toledo, para escapar a Francia. Donde María Antonieta había sido sentenciada y mutilada ante la vieja guillotina y........
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