La pasión de Martí
Hay que dejar de romantizar la muerte heroica, hay que parar de relacionarla con las épicas batallas de la antigüedad, con los dioses y cantares. El paisaje es perentoriamente tentador, con las ruinas del Partenón de fondo, el color azul de las aguas y el blanco de los mármoles, pero las gestas reales se hacen en silencio, oscuras, a veces situadas en zonas dolorosas del alma.
Así veo la vida y la muerte de José Martí, a quien se le recuerda en su caballo, escribiendo o con su hijo cargado, pero rara vez se le representa en el devaneo de los sesos ante la incertidumbre, el desasosiego de la existencia o los sentimientos encontrados. Hay una esencia marmórea que no descansa en el héroe, sino en lo que el héroe hace a pesar de su propio miedo, de su desazón ante lo ignoto de la locura de una lucha. El propio Jesús dijo, sabiendo su muerte de antemano, que prefería apartar de sí ese cáliz.
La caída de un héroe no es como la de un ídolo. En ambas figuras hay dimensiones diferentes. Mientras el primero construye un paradigma a posteriori, el segundo lo ha hecho a priori. Los que trabajan para otros y no para sí son personas de almas sufridas que expresan con su desaparición la grandeza y la justicia de sus sentimientos. Los que bregan para su peculio se pierden en el polvo y se........
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