Aquí le cuento | El hijo de Mamanita (II)
Aquí les cuento | El hijo de Mamanita (II)
Es que en el Valle, desde carajito, me llamaron Pata e cacho.
23/05/2025.- Bueno, ya te dije que me dediqué al comercio. La gente come vegetales todos los días, y yo, campesino, salido del Valle tan temprano y acostumbrado a producir, de verdad te digo que en nuestra casa nunca nos faltó comida. Podíamos estar necesitados de un pantalón, un par de botas o lo que fuera, pero comida producíamos “por demás”.
Uno desde que sale del pueblo empieza a ver, a través de la ventana del autobús, unas casas habitadas por gente que no conoces; ahí empiezas a comprender que estás solo y que tienes que embraguetarte con lo que venga. Los venezolanos tenemos la cabuya corta. Salimos del pueblo, nos mudamos a las ciudades, pero siempre estamos pensando en regresar al patio donde dejamos enterrado el maruto.
Cuando llegué aquí, en esos años del siglo pasado, había dos plagas que azotaban a los pobres: el hambre y la represión. Eran los años 60 y uno escuchaba los discursos de los políticos que hablaban de democracia, de la nacionalización del hierro y del petróleo; de los famosos planes de la nación, que llegaron hasta el octavo. Sin contar los planazos en las nalgas, en la espalda o donde cayeran, a los obreros, estudiantes y hasta a los viejitos que protestaban por sus derechos y libertades cada día más limitadas. Eso sin contabilizar la cantidad de muertos y desaparecidos en el país desde esos años hasta llegar el año 1990.
Mi trabajo, como te dije, era lo que hasta ahora he venido haciendo: un prestador de servicio a la comunidad; vendedor de verduras, frutas y hortalizas.
En La Concordia, poco a poco, fui reuniendo para comprar mi casa, ese apartamentito que le ha servido a toda mi familia. Pero el lugar de trabajo era la........
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