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La insoportable levedad de los mitos electorales

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Si hay algo que ha sobrado en este interminable ritual de prédicas preelectorales —tan predecible como la procesión de Semana Santa en Las Condes— es la producción masiva de pronósticos: predicciones, augurios, pálpitos con olor a café recalentado, encuestas infladas como sapos y análisis donde se repite lo mismo.

Lo insólito es que muchos de estos oráculos fallidos, esos mismos que anunciaban con solemnidad que si no ganaba Tohá, los dos candidatos de derecha pasarían a segunda vuelta, siguen apareciendo en medios como si no hubieran dicho nada. Ni una ceja alzada. Ni una columna de penitencia. Nada.

Los viejos bueyes de los que hablaba Silvio Rodríguez siguen necesitando el oxígeno mediático para no extinguirse. Así que seguirán apareciendo más análisis delirantes, más pronósticos de baja calidad y frases manidas de augurios con la misma rigurosidad que los signos zodiacales de Kenita Larraín. A esta altura, tiene más base científica preguntarle a ella.

Dado ese circo, es sano —casi higiénico— preguntarse qué es verdad y qué dicen los hechos respecto a lo que enfrentamos.

Jeannette Jara ganó la primaria de «Unidad por Chile» con un inapelable 60,16 %. Le sacó trote y medio a Carolina Tohá (28%), dejó en la cuneta a Winter (9%) y redujo a cenizas la velita encendida por Jaime Mulet (2,7%). Un triunfo así no solo pulveriza el mito de que “un comunista no puede liderar a la centroizquierda”, sino que también demuestra que hay una épica más profunda: el relato pueblo contra élite sigue resonando con fuerza sísmica.

Porque lo que hizo Jara fue........

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