menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

Ayer: ¡Viva el cáncer!, hoy: lawfare. El trasfondo es el mismo

7 0
thursday

I

En Argentina el peronismo continúa siendo un actor político de principal importancia. Si bien las banderas de justicia social que levantara en la década del 40 del siglo pasado con la presencia activa de su líder, Juan Domingo Perón, están hoy sumamente desfallecidas, se podría decir que casi extinguidas, en el espectro político del país sigue representando un referente para la clase trabajadora, para el pobrerío todo -que en estos últimos años, producto de las políticas neoliberales, ha continuado empobreciéndose en forma exponencial-. Una gran masa vota en las elecciones a candidatos del Partido Justicialista porque "el peronismo es un sentimiento", ya no por propuestas concretas. En ese marco sigue siempre presente la figura de quien fuera personaje central en los primeros años de ese proceso: Eva Perón. Idolatrada por buena parte de la población -la mayoría empobrecida-, abominada por otros -clase media antiperonista, pero fundamentalmente por la élite económica- su imagen representa un grito de justicia, un mensaje de reivindicación para los eternamente oprimidos, los "descamisados".

No pretende el presente muy modesto opúsculo hacer una profunda exégesis de un fenómeno político-social y cultural tan complejo como el peronismo. En el mismo ha habido y hay de todo: desde un grito de rebeldía en sus albores -pensemos en la formidable movilización popular del 17 de octubre de 1945, una verdadera insurrección de las masas- hasta un escuadrón de la muerte como la Triple A -Alianza Anticomunista Argentina-, de extracción ultraderechista, autora de más de 1,000 asesinatos, bendecida por el propio Perón en el "Documento Reservado" de 1973, donde instaba a "eliminar por cualquier medio" cualquier atisbo de heterodoxia marxista; desde un grupo guerrillero con ideales socialistas como los "Montoneros" hasta un corrupto sindicalismo pro patronal, convertido en pequeños "nuevos ricos"; desde honestos y comprometidos luchadores sociales de base hasta un presidente como Menem, quien profundizó los planes neoliberales regalando el país a las multinacionales, jactándose -a través de su canciller Guido Di Tella- de tener "relaciones carnales" con el imperialismo estadounidense. En el medio de esa complicada dispersión, en los años de inicio del movimiento social, la figura de Eva Perón -popular y cariñosamente conocida como "Evita"- fue un personaje clave.

Sin ser una propuesta socialista, claramente de izquierda marxista, anticapitalista -salvo algunos grupos que terminaron siendo marginales en la dinámica partidaria- el peronismo está asociado a la clase trabajadora argentina, a los pobres, al barrio, a la cultura popular (Perón, Gardel, Boca Juniors, hoy se podría agregar Maradona). Su figura emblemática por excelencia: Evita, "abanderada de los humildes", representa eso. Quizá con cierta confusión ideológica -"paternalismo", o "clientelismo caritativo", según una cierta lectura de izquierda- su obra era una afrenta para la derecha, para la aristocracia argentina, más identificada con el refinamiento francés que con los "cabecitas negras" (el pobrerío, la clase trabajadora), a quienes odiaba visceralmente (además de explotar).

Tan grande era -y sigue siendo- ese odio de clase (¿no es que los buenos católicos no deben odiar?) que en 1952, cuando se supo que Eva padecía de cáncer de cuello de útero, por lo que pronto fallecería, en algunas calles de Buenos Aires apareció la pintada "¡Viva el cáncer!"

II

Algo de eso se está repitiendo. Desde inicios del siglo XXI, cuando aparecen los llamados "progresismos" en Latinoamérica, las derechas -nacionales en cada país de la región, y en Washington, que sigue controlando la zona como su patio trasero........

© Aporrea