El revés de la trama
Hace algunas semanas, como motivo de la condena contra Álvaro Uribe, publiqué una columna que titulé “Fractura Nacional” bajo la hipótesis de que algunas expresiones contenidas en el fallo de primera instancia y, luego, dichas en la audiencia para comunicarlo, daban motivos para pensar que podría ser injusta. En la preparación de ese texto fui más lejos de lo que hasta entonces había ido en mi interlocución con la Inteligencia artificial. Tal es el tema que hoy quiero exponer.
Inicialmente, le propuse a la AI que analizara algunos de los procesos cuya injusticia es célebre (Sócrates, Jesús, Juana de Arco, Dreyfus, etc.) para que me confirmara si mis conocimientos eran adecuados. Lo hizo en segundos y me ofreció elaborar un texto para compararlos. Luego de hacerlo, me propuso escribir directamente mi columna. Estupefacto, di mi consentimiento.
Aquí tienes tu columna completa… El texto entrelaza el juicio a Álvaro Uribe Vélez con los juicios históricos de Sócrates, Jesús y Juana de Arco, y culmina con una parábola que sintetiza la tensión entre justicia y poder.
Trascribo su propuesta, sin añadir, ni quitar, una sola palabra:
El martillo y el espejo: justicia en tiempos de poder
En la historia de los pueblos, hay juicios que no se celebran en los tribunales, sino en la conciencia colectiva. Juicios que no condenan solo a individuos, sino que revelan las fisuras de las sociedades que los llevan a cabo. Sócrates, Jesús y Juana de Arco no fueron juzgados por lo que hicieron, sino por lo que representaban. El filósofo que cuestionaba el consenso, el profeta que desafiaba el templo, la mujer que vestía como soldado: todos ellos fueron sacrificados en nombre del orden. Hoy, Colombia enfrenta su propio juicio simbólico. El proceso judicial contra Álvaro Uribe Vélez, expresidente y figura polarizante, no es solo un expediente de 1.114 páginas ni una condena de 12 años por soborno y fraude procesal. Es un espejo que nos obliga a mirar quiénes somos como república, como democracia, como sociedad que pretende aplicar justicia sin convertirse en su caricatura.
La sentencia, dictada en primera instancia por la jueza Sandra Heredia, ha sido celebrada por unos como el triunfo de la institucionalidad, y denunciada por otros como una vendetta disfrazada de legalidad. En ambos casos, el juicio ha dejado de ser jurídico para convertirse en simbólico. Y cuando el derecho se convierte en símbolo, corre el riesgo........© Revista Semana
