La peor explicación posible
Desde diversos ámbitos de opinión más o menos expertos, se insiste mucho, cuando se debate sobre tecnología digital y especialmente sobre Inteligencia Artificial (IA) que es importante el talante con el que se afronta, surgiendo a modo de dilema «pesimismo vs optimismo». La IA ya está dando sobradas muestras sobre la ambivalencia de su uso, por un lado, se abre un gran potencial que invita a pensar que puede reportar a la humanidad avances y desarrollos muy prometedores, especialmente en el plano científico y también en el social. No obstante, junto a lo anterior, hay elementos inquietantes que preocupan sobre la deriva que la IA pueda tomar, en el control y manipulación social y el potencial que posee para profundizar en desarrollos poco democráticos. Hablar en términos de «pesimismo u optimismo» es una manera muy novelesca pero poco fructífera de encarar este asunto. Es como reproducir un debate ya superado hace tiempo entre «tecnófobos y tecnófilos» dos formas estancas y poco creativas para afrontar la complejidad de los nuevos dilemas que el uso de la IA acarrea a la sociedad.
Lo que se percibe ante esta realidad tecnológica es «grosso modo» dos tipos de discursos: Uno, encabezado por los grandes consorcios tecnológicos digitales y los Estados más importantes del planeta, es decir, desde el poder establecido, donde todo o casi todo queda circunscrito a ver quién consigue llegar antes, tecnológicamente hablando, a posiciones de dominio y supremacía, sea esta social, económica,........
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