¿Qué hacemos con los narcocorridos?
La narcocultura ha permeado en la sociedad mexicana. Uno de sus aspectos más controvertidos son los narcocorridos y corridos tumbados. Desde los clásicos como La Camioneta Gris, de Los Tigres del Norte, hasta los éxitos recientes como Ella Baila Sola, de Peso Pluma, estos géneros musicales que relatan hazañas de traficantes y glorifican el estilo de vida criminal están cada vez más bajo el escrutinio público.
En México la música es un reflejo de la realidad y las emociones del pueblo. Los narcocorridos cantan narrativas crudas y polémicas de la vida en los márgenes de la ley. El género no es nuevo, pero su evolución y penetración en la cultura popular ha encendido las alarmas.
La propuesta de la presidenta Sheinbaum de impulsar la campaña “México canta por la paz y contra las adicciones” busca “dejar de glorificar la vida delictiva”. El detonante: un concierto de Los Alegres del Barranco, en Guadalajara, donde se proyectó la imagen de Nemesio Oseguera, el Mencho, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación. El público aplaudía y coreaba himnos a la narcocultura.
¿Qué hacer con un género que, para defensores, narra la realidad; para otros exalta la violencia? El corrido ha sido históricamente una manera de expresión que narra hechos sociales y justifica la protesta ante injusticias.
Se han escrito, cantado e ilustrado corridos que documentaron rebeliones, sufrimiento y denuncias. Hoy, el narco y su violencia son protagonistas de letras y melodías. La evolución hacia los corridos tumbados –versión que apuesta a ritmos modernos y una estética renovada– plantea interrogantes sobre los límites de la libertad artística en un contexto marcado por la inseguridad.
Dice el historiador Jesús Jáuregui, el corrido “es el periódico cantado del pueblo”. Los Tigres del Norte, pioneros en retratar el narco en los........
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