Para hablar de estos tiempos o el tiempo actual, es importante lanzar una mirada hacia atrás y ver cuál ha sido la evolución que ha experimentado la raza humana.

Uno de los aspectos que ha evolucionado en 360 grados y que podemos observar con claridad, es la aceleración del ritmo de vida de la sociedad. Hoy todo es para ayer, los tiempos para cumplir con compromisos y desarrollar las actividades cotidianas, marchan a mil kilómetros por hora, y como muchos dicen, no se puede dejar pasar el autobús porque el próximo no se sabe cuánto tiempo tardará.

Ayer la vida era pausada y marchaba a un ritmo armónico. Y a pesar de eso, todos cumplían a cabalidad con sus tareas y compromisos y todo fluía con normalidad. La vida no era lenta, simplemente era un ritmo tranquilo y acorde con los tiempos y la evolución en la que la sociedad estaba inmiscuida. Había paz, el tiempo nos daba tiempo, podíamos planificar con amplitud, y todo se hacía en función de cumplir sin prisa, pero con sentido de responsabilidad y compromiso, todo lo que se debía hacer en los tiempos acordados y planificados.

En la actualidad existen factores aceleradores de los tiempos por su dinámica súper alta como son, la sociedad, la economía, y un aspecto que en definitiva ha sido el de mayor influencia en los cambios que han observado las sociedades como lo es la tecnología. Esto, junto a la llamada globalización y la era digital, han impactado la vida del ser humano, principalmente en la relación del hombre con el tiempo. Nuestra vida se ha visto influenciada y esta aceleración, nos lleva a reevaluar las prioridades que nos permitan encontrar cierto equilibrio entre el trabajo, lo cotidiano y el bienestar personal.

Esta época es avasallante desde muchos puntos de vista, pero también representa un reto para la intelectualidad del ser humano. Establecer un equilibrio justo entre los elementos del día-día de la vida, representa un reto impresionante para el hombre, y es allí precisamente donde entra en juego la inteligencia desde todo punto de vista, para generar los cambios positivos que se requieren para que la vida continúe de manera efectiva y armónica con la naturaleza y el universo. Siempre enmarcando nuestras acciones en las leyes de Dios.

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