La última vez que estuve en México fue a fines de diciembre de 2022. No viajé para pasar la Navidad ni el Año Nuevo, tampoco para hacer un tour gastronómico ni mucho menos para abandonarme al sol en alguna de sus playas del Caribe. Fui con la misión de entrevistar a la entonces recién asilada Lilia Paredes, esposa del expresidente Pedro Castillo. No fue sencillo, pero conseguí hablar con ella por unos breves pero sustanciales minutos. Esta vez quien se asiló en la embajada mexicana fue Betssy Chávez. En ese sentido, llamé reiteradas veces para comunicarme con ella, pero fue inútil. Cada vez que lo intenté, la encargada del área de asilos —me dijo que ese era su cargo— me decía que “la doctora Chávez” se encontraba indispuesta. La última vez incluso me dijo que “la doctora Chávez” me iba a llamar, pero no me pidió mi número. Ahí surgió la idea de ir a México, ver cómo estaba el ambiente luego de que Perú rompiera relaciones y volver a entrevistar a la ex primera dama.

Apenas bajé del avión me di cuenta de que el ambiente estaba frío. Con eso ya tenía cumplida la primera tarea. Tomé un taxi y, mientras me llevaba al hotel, le pregunté al chofer qué me podía contar sobre la ciudad, sobre el país en general. El hombre me habló de todo: de política, de economía, de deportes y se dio el tiempo de hacer un breve repaso de los lugares que debería visitar y aquellos a los que, por ningún motivo, debería ingresar. No sé si su verborrea se debió a que me encontré con el conductor más animoso de todo el distrito federal o a que su servicio se paga con taxímetro, lo cierto es que no mencionó en absoluto el conflicto diplomático entre Perú y México. Cuando le pregunté si no había escuchado hablar de algún lío internacional relacionado con su país, alzó las cejas y movió la cabeza afirmativamente. Luego,........

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