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La música en Cuba, con filtro y contrato

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Un muchacho empieza a escuchar a Silvio Rodríguez. Puede vivir aislado en uno de los pequeños municipios del país o amanecer con el sol detrás del puerto de La Habana.

Si tiene una guitarra a mano, aprende los acordes de Historia de las sillas y, con un poco más de práctica, logra imitar el arpegio de Quien fuera. Precisamente a través de Silvio y sus canciones, descubre a Chico Buarque y a Violeta Parra. Conoce a Serrat, y aparece también el ánimo de hacer su propia música, de expresar sus versos y hacer transparente su verdad.

Tiene el parque para cantar, las peñas de los otros trovadores y los bares privados que apuestan por lo nuevo, por el arte puro, sin los adornos mediáticos que consagran a artistas de poca historia y camino.

En Cuba, ser trovador es una vocación, pero también una afiliación. No bastan el talento ni la perseverancia. Para que la música suene “en serio”, primero hay que integrar la estructura: pertenecer a........

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