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Debatir, dialogar, diferenciar. Notas de viaje

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14.08.2025

Recuerdo la primera vez que publiqué un artículo en El Nuevo Herald. Se titulaba “La Perla de las Antillas” (NH, 10 de junio de 1991). Era una disquisición sobre las diferencias entre los códigos culturales de cubanos de Miami y de Cuba en aquel entonces. Comentaba la impresión de haber vuelto a oír los programas de radio de mi infancia, de visitar Little Havana, y sus réplicas de sitios icónicos habaneros, desde el restaurante La Carreta, pasando por la Funeraria Caballero hasta el reloj de la Quinta Avenida.

Aquel artículo terminaba con una anécdota acerca de mi hija, que entonces estudiaba en la universidad. Se me había ocurrido aplicarle a ella un “test de cubanía” traído de Miami. Entre las casi 50 preguntas (¿Cómo era Chencha? ¿Qué le pasó a Chacumbele? ¿Cuál era la “esquina del pecado”? ¿Qué es mejor para la yuca seca?) ella había podido contestar solo una: ¿Qué es Cuba de las Antillas? La Perla, me había dicho con una sonrisa.

Detrás de mi artículo en el NH, sobrevino un barrage de fuego, como con siete réplicas, durante casi dos semanas. Recuerdo una titulada “Pan con ají”, que me echaba en cara la decadencia de la Cuba post Revolución, manifiesta en la vulgaridad de las pizzas cubanas. Etcétera.

Una de las respuestas, sin embargo, publicada nada menos que en el Diario de las Américas, “Carta abierta a un académico cubano”, discrepaba del mío, pero lo hacía con otro tono y argumentos. Así que decidí responder solo a esa, con un segundo texto, “¿Podemos hablar?” (NH, 18 de agosto, 1991). Su autora, Uva de Aragón, escritora de la primera oleada del exilio, me contestó en el mismo periódico, con un comentario titulado “Podemos y debemos hablar”.

Aunque ahí quedó el debate, el caso es que Uva y yo empezamos a tejer desde entonces un intercambio intelectual, que llegaría luego a una amistad duradera. Muchos años después, durante un homenaje que la Uneac le rindió a Uva, de visita en La Habana, tuve oportunidad de recordar públicamente aquel primer intercambio.

He empezado mi recuento por esta incursión en el NH, pero en realidad hubo una anterior, hace ahora 35 años, en The Miami Herald, que parece el mismo periódico, pero no lo es.

En mis periplos académicos por aquellas tierras en los años 80 había conocido a periodistas del MH que pensaban como nosotros acerca de la intervención de EE. UU. en las guerras centroamericanas. Así que le mandé a una de ellas un articulo titulado “End threats, begin talks”, donde argumentaba a favor del diálogo, explicando el nuevo contexto, los cambios geopolíticos, el fin de la guerra en Angola, la preocupación cubana ante la crisis en el campo socialista de Europa del Este y sus repercusiones para el Tercer Mundo, las lecturas que presagiaban una debacle en Cuba, y lo peligroso de esas visiones en términos de seguridad nacional. Decía que la desestabilización y la fuerza podían provocar escenarios más amenazantes y contraproducentes para EE. UU. que la búsqueda de diálogo y concertación con la isla.

Finalmente lo........

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