Sahily Moreda: “Me gusta descubrir la inteligencia del texto”
Antes de obtener un título como actriz de teatro para adultos (2006) y la maestría en Dirección Escénica (Instituto Superior de Arte, 2019), Sahili Moreda (Matanzas, 1968) había decidido dedicarse al mundo de las leyes. Se graduó de Derecho por la Universidad de La Habana, en 1991, y luego realizó dos másteres relacionados con el derecho mercantil y financiero en la Universidad de Barcelona (2001 y 2005).
Pero desde 2011 es titular de la Compañía del Cuartel, agrupación teatral entre las más activas del escenario habanero y, por extensión, del país. Pienso que la extrañeza que provoca un currículo tan singular es un buen punto de comienzo para el diálogo.
¿Cómo una licenciada en Derecho, con varios másteres en ese campo de conocimiento, llega a convertirse en directora de teatro?
La universidad es la culpable. En mi época de estudiante en la UH, era bien visto que se tuviera alguna actividad extracurricular. No era obligatorio, pero daba méritos; algo que llamaban integralidad.
En mi caso, escogí el tiro deportivo, porque ya tenía experiencia desde la secundaria; y en lo que llamaban “área cultural”, transité por talleres literarios, clases de guitarra, curso de macramé, hasta que di con el teatro. Y me enamoré. Cuando olí las tablas, encontré un mundo que era mío, o que podía hacerlo mío. Pude cambiar de carrera y haber entrado en el ISA, pero ya estaba enamorada también del derecho, de mi facultad.
Como ves, soy enamoradiza.
¿Cómo fue tu camino en el mundo laboral hasta llegar a la fundación de La compañía del cuartel?
Cuando me gradué, en 1991, comenzaba a agravarse la crisis del llamado período especial, y regresé a Matanzas a cumplir el servicio social. Trabajaba en el bufete por el día, viajaba a La Habana en la tarde, ensayaba con mi grupo de teatro de la Universidad en la noche y regresaba al amanecer a Matanzas. Así, dos o tres veces por semana, y todo el tiempo en botella.
En junio de 1994, terminando mi servicio social y decidida a dedicarme por completo al teatro, me fui al Escambray a pedir trabajo. Me recibió Carlos Pérez Peña, que me mostró los espacios y me presentó la tropa. Pasé una semana entrenando y haciendo la vida del grupo. Aquello me pareció el paraíso, estaba dispuesta a echar raíces allí.
Al final de la estancia, Carlos me hizo una especie de entrevista. Nunca se lo he preguntado, pero me pareció evidente que estaba evaluando si mi voluntad y determinación eran suficientes como para alejarme de la ciudad y vivir en aquel monte. Deduzco cuál fue el resultado de su examen. Me mandó de regreso a Matanzas con la tarea de preparar una presentación y regresar para exponerla ante el Consejo Artístico.
Llegando a Matanzas, y por recomendación de Carlos, fui a ver a Albio Paz para que me propusiera un texto y me ayudara con la preparación. Albio me recibió, me puso varios ejercicios escénicos y me convenció que debía hacer teatro en Matanzas y no tan lejos.
Ahí fue cuando di con Pedro Vera y Teatro D’Sur. Y se me abrió la puerta al mundo escénico profesional. Comencé a estudiar actuación en un curso para trabajadores, me gradué, me evalué como actriz. Todo eso manteniendo mi otro empleo.
Pero en 2006, justo por mi trabajo como abogada, tuve que mudarme para La Habana. Y comencé a buscar un grupo de teatro donde pudiera encajar y mantener mis dos intereses profesionales.
Trabajé un tiempo con Irene Borges y Teatro Aldaba; después, hice Los siete contra Tebas, con Alberto Sarraín, hasta que un día tropecé con El matrimonio Palavrakis, de Ángelica Lidell.
Leía y releía el texto, y cada vez podía ver con más precisión imágenes, movimientos, relaciones. Me reuní con dos actores y dos teatrólogos, todos estudiantes aún del ISA (Alegnis Castillo, Yasser Rivero, Reinol Sotolongo y Dianelis Dieguez). Comenzamos a trabajar, sin salario, sin medios para la producción y con la certeza de que ni siquiera, si salía bien, lo íbamos a presentar al público. El resultado lo sabes: se estrenó la........
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