Sabrina Fanego: “La inquietud siempre estuvo, fue la determinación la que demoró en llegar”
En un texto muy hermoso que Sabrina Fanego (La Habana, 1998) escribió para introducir la muestra piedras que caben en la boca, hay un fragmento que, pienso, explica o enuncia lo que viene siendo su poética hasta ahora. El yo lírico se cuestiona el porqué, luego de haber vencido incontables obstáculos, riscos, montañas subterráneas, kilómetros y kilómetros de diente de perro, se detiene justo ahí, ante la boca de la caverna que puede develarle misterios que ha anticipado en sus sueños, las prodigiosas “perlas nacaradas”. ¿Qué lo paraliza? ¿Qué le impide aventurarse en un paisaje paradójico donde las elevaciones están por debajo de lo que aceptamos como suelo?
Creo entender que el personaje protagónico queda atrapado en una malla invisible que delimita dos mundos igualmente incitantes: el del arte y el de la ciencia. Un paso más, y estaría penetrando en el universo de la espeleología. En el umbral de aquel, el arte —ese arte afincado en la investigación, la exploración de campo y el rastreo de las cosmogonías de nuestros aborígenes— exige completar, expresar la resonancia emocional a la que la ciencia difícilmente podría acceder. Quien mira hacia la boca oscura de la caverna, tendrá que amalgamar sus sensaciones, remitirlas al subconsciente, reelaborarlas, dotarlas de una contradictoria y polisémica subjetividad, recrearlas y conferirles una nueva dimensión.
Me gusta recordar el ejemplo que citó Lorca en una de sus más célebres conferencias. Es donde dice que un lagarto es una gota de cocodrilo. La metáfora no niega la exactitud de la ciencia, que puede dedicar tomos y tomos a la taxonomía de un lagarto; en cambio, no le es dado a arribar a una visión más relampagueante que esa.
Entre 2022 y 2024 Fanego ha participado en cuatro exposiciones colectivas con obras cerámicas, y ha tenido algunos desempeños en el ejercicio de la curaduría y la museología. piedras que caben en la boca es su primera muestra personal.
Tienes una licenciatura en Historia del Arte por la Universidad de La Habana (2021). Se supone que es una carrera eminentemente teórica. ¿Cómo y cuándo recibiste el primer impulso creativo, y qué relación guarda con tu formación académica?
La inquietud siempre estuvo, fue la determinación la que demoró en llegar. Desde niña tuve inclinación por lo creativo, sobre todo por dibujar y escribir, pero siempre supe que estudiaría Historia del Arte. En una de mis primeras redacciones, como en tercer grado, escribí que quería ser “ingeniera en arte como mi mamá”.
Durante la carrera, no sé por qué, dejé de considerar la creación artística como posibilidad. Pero próximo a la graduación no lograba verme como curadora, crítico o profesora. Nada me motivaba lo suficiente. Creo que fue esa inconformidad lo que me llevó a retomar aquel anhelo en pausa. También influyó mucho mi relación con José Manuel1. Convivir con él desde mi 4to año de universidad lo cambió todo. Empecé a ver el arte de una manera más libre y espontánea, más orgánica y cercana a mi carácter. A él no le gusta que diga esto, pero indiscutiblemente fue mi maestro durante ese periodo de transición. Si bien tenemos discrepancias, naturalmente, le debo gran parte de mi sensibilidad.
Al graduarme pedí hacer el servicio social en el Museo de Arqueología de la Oficina del Historiador, justamente porque tenía claros estos temas que en un primer momento me interesaba explorar. Ahí, en el Gabinete/Museo, tenía amigos maravillosos (familia, la verdad) heredados de mi madre, que me ayudaron a entender las dinámicas de ese campo. Aunque mi estancia ahí fue corta, pues quería concentrarme en mi trabajo, gané en conocimiento e inspiración. Por suerte, ellos siempre me reciben con cariño y le dedican tiempo (y paciencia) a mis preguntas e ideas peregrinas.
En los inicios pasé un breve taller de cerámica con Antonio Cárdenas, otro amigo heredado de mi mamá. Aquellas clases han sido la única formación técnica que he recibido, pero fueron suficientes para romper esa barrera y empezar a crear con las manos.
Con el tiempo y no poca angustia, aprendí a pulir mis ideas. Entendí que es vital prestarle atención a absolutamente todo, y que lo más importante es ser coherente con quien soy. En este sentido (el de la angustia, en especial), la relación de lo que hago como artista y mi preparación en Historia del Arte es bastante fuerte. Las herramientas teóricas y el apego a los relatos son de lo mejor que tengo gracias a la carrera. Irremediablemente, reproduzco ciertas estructuras de pensamiento propias de lo académico.
Esa influencia ha sido un arma de doble filo, desde la........
© OnCuba
