Armando Suárez Cobián: Escrito a latidos
En una reciente entrevista con el diario El País, Armando Suárez Cobián (Banes, 1957) declaró que “ser poeta es una dulce maldición”.
El sentido último del poeta no es su canto, como románticamente se cree. El poeta está para gritar palabras, secretarlas, empuñarlas con la fuerza de quien no tiene más asidero.
Puede cantar, no obstante, pero su canción suele ser alucinada, amarga, porque el júbilo, el sentimiento de plenitud, no son artísticos. El poeta escribe sobre tutto ciò che manca1, lo perdido, lo inalcanzable, lo que no fue, y no hay nada más terrible que detectar errores en un sueño. De las caídas del ser se nutre la poesía.
Armando Suárez Cobián (Mandy, en La Habana) vive desde hace 33 años en Nueva York. En Cuba había publicado dos cuadernos de versos: Corre, ve y dile (Extramuros, 1985) y Nueva York no eres tú (Torre de Letras, La Habana, 2013).
Ahora, después de un largo hiato, ha dado a las prensas La muerte y sus ojos (Ediciones furtivas, 2025), volumen que reúne dos poemarios: el que da título al conjunto (2012-2013) y La casa es todos los caminos (2020), con sendos prólogos iluminadores de Reina María Rodríguez, quien conoce la evolución de la obra de ASC desde sus inicios.
Aunque entre la gestación de uno y otro manuscrito median ocho años y circunstancias personales de visceralidades distintas, se siente la misma voz y el mismo ángulo de colocación ante el misterio de la existencia.
La palabra muerte campea por la mayoría de los poemas, pero no como símbolo de la angustiosa finitud, sino de su reverso: la reafirmación del prodigio de vivir, aunque en el pecho estallen cristales y lo que parecía indestructible, como las relaciones de pareja, la familia, entren una y otra vez en dolorosas crisis.
En La muerte y sus ojos, Mandy dialoga con una cita de Cesare Pavese: “Verrà la morte e avrà i tuoi occhi.”2 Es un conjunto que narra el desamor, la añoranza, el deseo carnal que crece en la nostalgia de los olores y tersuras de los cuerpos. Es un poemario de la imposibilidad.
Nuestro poeta se lanza a amar como si él y el objeto de su amor estuvieran, como la pareja original según el cristianismo, solos en el mundo. Pero no. Las circunstancias externas asolan y deciden; también las distintas historias personales y los ámbitos culturales a los cuales cada uno........
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