Gaz-a-Lago: el horror y la banalidad
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El ecosistema de los extremismos regionales estaba incompleto hasta vestirse con dosis de vulgaridad. Gaz-a-Lago, Rivera Gaza, Gaza Resort, según la representación que consignaron los medios internacionales a los primeros apuntes de solución de la Oficina Oval para Palestina e Israel. Desplazamiento forzado para la población gazatí, hoteles de lujo. Poco después, el plan fue ilustrado en un video con la estatua dorada del hombre más poderoso del mundo. Colores saturados, hombres con barba bailan la danza del vientre. Sectores de Occidente creen que eso es lo árabe. La transparencia en los atavíos de Mi bella genio contenía la intención de una supuesta ofensa. Trump y Netanyahu beben recostados. Musk come papas fritas. Solo que ninguno de estos elementos importó en realidad. Antes que la frivolidad adolescente, recibió más atención y rechazo el llamado al desplazamiento forzado y el respaldo a una operación de limpieza étnica.
En los mismos días, Hamás insultó cualquier asomo de dignidad humana con el montaje de carnavales del horror. Hicieron una fiesta de la entrega de féretros con los cuerpos de quienes jamás debieron ser secuestrados, menos retenidos por tanto tiempo, menos humillados hasta la muerte.
El espectáculo transaccional del horror busca la justificación en la banalidad constante. Es el Hamás de siempre, con un destinatario en Washington más rupestre y volátil que el acostumbrado. Es el Netanyahu de toda la vida, con los ánimos exaltados en la embriaguez de sus cobijos internos, la arrogancia y el desprecio de la Casa Blanca a cualquier elemento ajeno a ella.
En el funeral de Nasralá, líder histórico de Hezbolá, se gritó: “Somos los hijos del imán que dijo: la muerte........





















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