Te presento al amor de tu vida
Nombre de usuario o dirección de correo
Contraseña
Recuérdame
Javier Rodríguez Marcos, con motivo del Premio Nacional de Traducción, que han ganado Jordi Fibla y Arnau Pons Roig, ha escrito un hermoso artículo sobre los traductores, unos acompañantes discretos pero decisivos en el aprendizaje y el placer de la lectura.
La traducción es el trabajo al que me he dedicado durante más tiempo. Mi primera traducción publicada fueron unos poemas de la neozelandesa Jenny Bornholdt, y salió en una revista zaragozana llamada La expedición, que dirigían Fernando Sanmartín y Adolfo Ayuso. El primer libro que traduje fue Hoja de ruta, de Jean Debernard, una novela breve sobre la tortura y la guerra de Argelia que publicó Xordica.
Un día le comenté a Félix Romeo -traductor de Sagitario, de Natalia Ginzburg, entre otras obras- que traducir se parecía mucho a escribir. Félix respondió: “Es que es escribir”. Y, en cierto modo, tenía razón. Al traducir no tienes que afrontar las grandes decisiones, pero sí las pequeñas: la sintaxis, el vocabulario, el registro. Te esfuerzas por expresar una idea y al encontrar la expresión adecuada mejoras esa idea. Eso, que para mí es la esencia de la escritura, está también en la traducción, aunque la idea original no sea tuya.
La traducción es indispensable en la formación del lector y es útil como oficio para un escritor. En primer lugar, porque te pagan. En segundo, porque la lectura que te obliga a hacer es extraordinariamente atenta: es muy frecuente que un traductor detecte incoherencias que el autor, los editores y prácticamente todo el mundo han pasado por alto. La primera tarea es saber qué es un uso particular del autor y........
© Letras Libres
