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Santiño de piedra
Hasta hace poco, las iglesias y ermitas desiertas de este país desierto estaban siempre abiertas. Cualquiera podía entrar y recogerse, admirar unos muros bien labrados, seguir con el dedo las líneas de un capitel. También llevarse el capitel, o un cáliz barroco, o lo que pudiera agarrar. Contaba Erik el Belga, aquel ladrón de arte, que, hasta ayer, expoliar en estas tierras vaciadas era un juego de niños. Un familiar respetable me dijo un día que muchas de las piezas de piedra que tenía en su finca habían sido compradas........
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