Dayana Cristina Duzoglou: El último vals de los tiranos
La historia de la humanidad está salpicada de hombres que encandilados por el poder, confundieron su mandato con la eternidad. Creyeron que sus tronos eran inamovibles, que su voluntad era la ley eterna, que la represión bastaba para callar la memoria de los pueblos y arrodillarlos sumisamente. Pero la música del poder absoluto tiene un final inevitable: un último vals, desentonado y sombrío, donde los tiranos bailan sin saber que están al borde del abismo.
Ese vals lo han danzado emperadores, dictadores y caudillos que pensaron estar blindados por la fuerza, el dinero mal habido y ejércitos o alianzas internacionales. Sin embargo, tarde o temprano, las luces se les apagan, las mentiras se vuelven imposibles de sostener y la historia dicta sentencia. Quien crea que puede escapar a esa regla, ignora las leyes inexorables del destino, especialmente cuando líderes contemporáneos declaran guerras abiertas, como Donald J. Trump contra los carteles latinoamericanos.
El espejismo del poder absoluto
Si nos trasladamos a la Roma Imperial, la historia relata que Nerón, se veía a sí mismo como un dios viviente. Se dice que, mientras Roma ardía, él cantaba y tocaba su lira. Lo que sí es cierto es que su poder no era tan sólido como el mármol travertino que revestía el Coliseo, en realidad era un poder muy frágil como el fuego que consumió la ciudad de Roma en el año 64 D.C. Su final ya sin una lira en las manos, fue un suicidio apresurado que muestra la lección eterna: la locura del mando absoluto termina devorando a su artífice.
Lo mismo ocurrió con Benito Mussolini en 1945, el gran Duce, que llenaba plazas repletas de........
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