Antonio de la Cruz: Maduro atrapado
“El colapso venezolano no es un accidente, sino la consecuencia previsible de una serie de maniobras políticas y económicas que benefician a unos pocos y condenan a la mayoría”.
La tragedia de Venezuela no es producto del azar ni de una cadena de errores. Es el resultado de decisiones fríamente calculadas por quienes ocupan el poder. Decisiones que no se toman para solucionar problemas, sino para perpetuar un orden en el que la verdad es negociable, el dinero se devalúa por decreto y la población es reducida a una estadística manipulable. Lo que ocurre no es una crisis: es un mecanismo de extracción encubierto bajo la apariencia de normalidad institucional. Un teatro cruel donde la racionalidad sirve al saqueo.
El pulso entre el régimen y la inflación
El régimen venezolano no enfrenta la inflación con políticas sensatas, sino con gestos simbólicos. Intenta anclar el bolívar al dólar sin tener reservas suficientes, reprime el mercado cambiario con amenazas y controles, sube la gasolina para maquillar ingresos fiscales y se arrodilla ante Pekín en busca de auxilio. Del otro lado, la economía real responde con lógica implacable: los precios se ajustan al dólar paralelo, los ciudadanos abandonan el bolívar y refugian su escaso poder adquisitivo donde pueden.
Este desequilibrio se alimenta a sí mismo. Si los ciudadanos creen que viene otra oleada inflacionaria, actúan como si ya estuviera aquí. Y al hacerlo, la provocan. Es una coreografía infernal: cuanto más se intenta controlar, más se acelera la caída.
La gasolina como medida de fuerza social
Cuando el régimen sube el precio de la gasolina,........
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