El mundo entero es un fraude
Mis amistades caribeñas, a pesar que físicamente están mucho más cerca, me preguntan si entiendo lo que está pasando en Venezuela. Claro que esas preguntas, así como la respuesta que esperan, deberían entrar dentro de lo que podríamos llamar lo lógico. Pero la política en general, y la geopolítica en particular, no responden a la lógica, sino a los intereses.
Me permitirán recordar al sanguinario dictador nicaragüense Anastasio Somoza, hijo y hermano de dictadores, cuyo lema de gobierno era “Plata para los amigos, palo para los indiferentes y plomo para los enemigos” y que accedió al cargo tras unas fraudulentas elecciones (1967) donde obtuvo el 80% de los votos, elecciones que sus “demócratas” amigos estadounidenses nunca denunciaron. Es más, todos sabían que era un gran “hijueputa” (como dicen en el Caribe), pero para los estadounidenses, era un gran “hijueputa” SUYO.
Entonces, vistos estos antecedentes que se repitieron por numerosos países latinoamericanos (Trujillo en República Dominicana, Batista en Cuba, Castillo Armas en Guatemala, Stroessner en Paraguay, Banzer en Bolivia, Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Micheletti en Honduras, Fujimori en Perú), me importa un bledo lo que nos quieren contar ahora de Venezuela y, aun admitiendo cierta credibilidad, no pienso hacer ningún caso. Yo no sé si se falsificaron actas o quién las falsificó, quién manipula o quién miente. Pero llega un momento en que eso ya es lo de menos. Aquí se trata de dos visiones irreconciliables de cómo gobernar, de cómo manejar los recursos, de cómo hacer negocio, de qué hacer con la riqueza generada, de posicionarse en la zona, o llámenlo ustedes como quieran. En el caso de Venezuela, lo llamaremos petróleo, gas, oro, diamantes, agua dulce, biodiversidad y posición estratégica en el Caribe.
Los EEUU y Europa apoyan (y apoyaron) a la parte que dejaría que esos inmensos recursos de........
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