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Contra el consenso en política exterior

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21.03.2025

Los tambores de guerra han llegado plenamente a Europa. Las reiteradas declaraciones de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, instando a aumentar el gasto europeo en Defensa como “primera y principal prioridad” para que la Unión Europea (UE) pueda presentar una “disuasión creíble” ante Rusia, país al que ha acusado de preparar “una futura confrontación con las democracias europeas”, no dejan lugar a dudas. La UE parece haber abandonado su papel como potencia normativa para abrazar un enfoque realista en su accionar exterior en este nuevo orden internacional que se está fraguando, de manera acelerada, tras el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.

En efecto, el regreso de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos de América (EEUU) ha supuesto un cambio en la política exterior estadounidense en relación con el conflicto abierto entre la Federación de Rusia y Ucrania. Del apoyo militar y financiero al Gobierno de Volodímir Zelenski bajo el mandato de Joe Biden se ha pasado a la amenaza de retirar toda ayuda económica y respaldo militar, imprescindible para que Ucrania pueda continuar resistiendo, e incluso al cuestionamiento a la legitimidad política de Zelenski por parte del actual presidente estadounidense.

En paralelo, EEUU ha emprendido una serie de conversaciones bilaterales con la Federación de Rusia y, posteriormente, con Ucrania, para buscar un acuerdo de paz, dejando a un lado a la UE que reclama, por su parte, no ser ninguneada en las negociaciones y se moviliza para articular acuerdos que le den protagonismo. La forma en que EEUU está llevando a cabo las negociaciones con ambos países da pistas de cómo la todavía potencia hegemónica entiende que debe realizarse el reparto de poder del orden mundial del presente y, sobre todo, del futuro.

Europa, el consenso del rearme

La nueva administración también muestra el enfoque utilitarista, y hasta chantajista, con el que EEUU entiende la relación con sus tradicionales aliados. Nada nuevo en la historia de la política exterior estadounidense, sólo que ahora se realiza sin artificios diplomáticos y minimizando las contraprestaciones a la otra parte.

En ese sentido, Trump ha profundizado en la idea ya enunciada en su primer mandato: que la seguridad europea debía ser asumida por los propios países europeos, quienes debían financiar a la OTAN en un porcentaje aún mayor. Pero ha ido más allá, dando a entender que no está interesado en proseguir con la ampliación de la OTAN hacia el Este. A través de su secretario de Defensa, Pete Hegseth, posicionó ya en febrero la idea de que

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