Los gestos, las miradas y los silencios son tan elocuentes en la película Un poeta como las peroratas etílicas de Óscar Restrepo.

Por ello se precisa verla más de una vez, como toda obra de arte que vale la pena, para rastrear la huella de lo que se dice sin palabras en los 120 minutos de metraje.

En una apreciación inicial, ahora que bajó la marea del impacto mediático, me aventuro a comentar que, más allá del panorama del fracaso y el patetismo de ciertos círculos del mundillo literario; por encima de la estridencia tragicómica que ha dividido la crítica cultural y cinematográfica nacional; y superando uno que otro lugar común que de no aparecer tal vez le restaría fuerza a la inusitada........

© La Crónica del Quindío