Ni trincheras, ni combates
Una columna de la filóloga y escritora Irene Vallejo, “Los dientes del odio”, publicada en El País, plantea una advertencia severa: cuando el odio se convierte en combustible de las identidades, la democracia pierde su brújula.
Si miramos hacia Colombia, esa reflexión duele por su vigencia. La política se ha vuelto un escenario donde el grito sustituye la palabra y el desacuerdo se vive como una afrenta personal. Cada debate parece una batalla, cada idea una trinchera. Y así, poco a poco, el diálogo —ese espacio donde nacen los acuerdos— se va quedando sin aire.
En la arena política del país, el otro —el adversario, el que piensa distinto— ya no es simplemente alguien con una opinión diferente: es un enemigo. La lógica del nosotros contra ellos, de los “dientes” del odio que devoran el diálogo, opera con intensidad. Quien etiqueta al otro, quien lo reduce a........





















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