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“En este lugar ha de ser México”

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08.01.2025

Moctezuma le dijo aquella mañana a Hernán Cortés, en lo alto del Templo Mayor:

—Mira, Malinche, nuestra ciudad.

Abajo, en el centro del lago, estaba el espejismo de Tenochtitlan.

La pequeña isla original se había convertido en un inmenso terraplén artificial sobre el que flotaban templos, casas, palacios, calzadas y huertos.

La imborrable primera impresión de Bernal Díaz del Castillo ha atravesado los siglos. Pocos historiadores resisten la tentación de citarla:

“Algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían, si era entre sueños, y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta manera, porque hay mucho de ponderar en ello que no sé cómo lo cuente: ver cosas nunca oídas, ni aún soñadas como veíamos (…) solamente el rumor y zumbido de las voces y palabras que allí había sonaban más de una legua, y entre nosotros hubo soldados que habían estado en muchas partes del mundo, y en Constantinopla, y en toda Italia y Roma, y dijeron que plaza tan bien compasada y con tanto concierto y tamaño y llena de gente no la habían visto”.

Aquella ciudad, que en cosa de 200 años se había convertido en capital de un imperio, nunca había sido atacada. A los mexicas les bastaba con alzar los puentes que se hallaban sobre las tres calzadas que conectaban la ciudad con la tierra firme, para que Tenochtitlan se volviera........

© El Universal