Sobre la guerra y la paz
Y volvamos a los tambores de guerra en Eurasia. Dicen los políticos en el “jardín europeo” que Rusia es una amenaza para la seguridad de Europa. Es un viejo discurso, tan viejo como los intereses desmesurados de la vieja Europa imperialista por apoderarse de los territorios y las riquezas de Rusia. Inglaterra y Francia ya emplearon esos discursos para justificar su intervencionismo, con dinero, asesores militares y armas, en las guerras del Cáucaso a mitad del siglo XIX. Y también para justificar la invasión de Crimea. Y también en sus apoyos al Imperio otomano en sus guerras con Rusia. Y también para justificar la Intervención conjunta en la Guerra Civil rusa en los años 1919-1922. Y también lo hizo la Alemania nazi para justificar su invasión en 1941. Todos aquellos discursos eran falsos. Lo mismo que los de ahora. No les preocupa emplear los mismos argumentos. Les siguen sirviendo a base de machacarnos con ellos a través de los medios de comunicación. Mentían entonces y mienten ahora.
Parece que los alemanes y el resto de europeos no aprenden con la historia que ellos mismos han protagonizado en los últimos 400 años. Ni siquiera con la historia del siglo XX, tan inmediatamente próxima y tan inmensamente trágica. Y nuevamente se han embarcado en un conflicto con Rusia. No se conformaron con la aparición de nuevos Estados y con la configuración de las nuevas fronteras tras la desaparición de la URSS en 1991. Entendiendo que Rusia estaba en una posición de debilidad, decidieron que era de nuevo posible quedarse con esos territorios. No les era suficiente con que fuesen independientes, los querían para ellos. Como en 1914, como en 1941, el Lebensraun o “espacio vital” alemán y centro europeo continúa siendo necesario e imprescindible, y estaba y está a tiro de piedra. Tras el “espacio vital” suena otro concepto: el Drang nach Osten, el “avance hacia el este”. Y otra vez vuelven a recorrer las armas y los asesores militares europeos las viejas geografías de Eurasia. Vuelven a sonar los nombres de entonces, que esconden los mismos o similares intereses.
Como ya hemos escrito en otra ocasión, en el año 1918 Ucrania se convirtió en un Estado títere bajo control de Alemania. El artificio duró poco y Ucrania acabó reincorporándose a Rusia —en aquellos años en forma de URSS— como una República Socialista Soviética. Entre septiembre de 1941 y noviembre de 1943, Kiev estuvo ocupada por los alemanes, quienes de una u otra manera coquetearon con nacionalistas ucranianos, dejándoles imaginar que sería factible una república títere ucraniana bajo tutela del Tercer Reich. Pero el Ejército Rojo expulsó a los alemanes y echó por tierra las ilusiones de aquellos nacionalistas filonazis.
En marzo de 1991, el bueno de Gorbachov puso en cuestión, mediante un referéndum que se sacó de la chistera, como buen ilusionista que era, la continuidad de la URSS. Pero les salió mal la jugada. Con una participación de más del 80% del electorado, un 76% de los votantes votó a favor de la continuidad de la URSS. Así que, no haciendo caso al resultado del referéndum y saltándose la Constitución de la Unión Soviética y todas las leyes posibles, se inventaron una “reunión de presidentes de Repúblicas Soviéticas” en un pabellón de caza en el bosque de Belovezha —en la actual Bielorrusia, cerca de la frontera con Polonia por si tenían que huir a Occidente— a la que asistieron los “presidentes” de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, salidos también de la misma chistera, y en la que firmaron un acuerdo que proclamaba la disolución de la URSS. De aquella disolución nacieron 15 Estados independientes, entre ellos Ucrania.
Han pasado 34 años de aquellas independencias, durante los cuales Occidente no ha dejado de intervenir en los asuntos internos de estos países de forma descarada y........
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