Cuando la muerte llega
Hace algún tiempo vengo lidiando con la Muerte, silenciosa, coqueta, misteriosa e inoportuna. No le temo, tal vez, nunca le he temido, creería.
Desde que era un niño, el tema escatológico ha llamado siempre mi atención y el susurro constante de esa fuerza tan real como lo es la vida, ha zigzagueado a mi lado entre el viento y el silencio, en el bullicio y en la calma, dejando un murmullo de tranquilidad.
La mayoría de la gente no la tiene en cuenta ni se acuerda de ella sino de forma esporádica o hasta cuando llega y los abraza. Cuando toca a nuestra puerta y pregunta por alguien que quizá la esté esperando o se sorprenda ante su llamado. Tal vez somos un poco desagradecidos o tal vez por el miedo o el temor a ella nos hacemos los de la vista gorda y pensamos que nunca llegará, deseando tal vez que siga de largo o se olvide de nosotros.
Pero la realidad es otra. Desde que nacimos, ella ha estado siempre a nuestro lado, como hermana inseparable de la vida, caminando juntas, e inevitablemente un día tocará de nuevo, así como llegó, marcharse junto a ella, volviendo a la oscuridad y al enigma del origen de todo ser que un día nació para vivir, pero también para morir.
Somos egoístas ante su llegada, la aborrecemos y hasta la odiamos y a veces la maldecimos, ignorantes de nuestro destino y naturaleza humana, pues no somos inmortales, tampoco somos dioses, aunque deberíamos de serlo porque fuimos creados a imagen y semejanza de un Gran Eterno, y si así fuera, entonces seríamos omniscientes, omnipotentes y eternos como Él, pero no lo somos. Solo somos simples hojas que se aferran a un árbol mientras se disfruta de su savia. Desafiamos el viento cuando intenta tumbarnos, como si jamás fuéramos a caer algún día, porque creemos que solo llega como una suave brisa y nos sentimos fuertes en la tormenta al sentirnos asidos por siempre a ese inmenso árbol llamado vida.
Pero no, mis queridos lectores, la vida es un camino que a........
© El Pilón
