Soliloquios de café: ¡Soy venezolano hasta los tuétanos!
No sólo por nacer en territorio venezolano se es venezolano, se tiene que llevar la Patria en el corazón, en el alma, en el espíritu, en cada latido del corazón, en la respiración, en la piel, es amar a esta “Tierra de Gracia” como si nadie más lo hiciese, es añorar el olor a tierra mojada que se siente cuando caen las primeras lluvias después de un largo e inclemente verano, es saber apreciar una serenata de pajaritos, el canto de una paraulata, de un turpial; es admirar la belleza de un cardenal o de un canario tejero, sin obviar a un azulejo o a un Cristo Fue, al ladrido de un perro Mucuchíes.
Ser venezolano es saber valorar el amanecer. Oír al reloj de los llamados catedral dar las primeras campanadas del día, como llamándonos para que, “EN FAMILIA” acudamos a sentarnos en la mesa del comedor unidos en una tertulia sin término, donde compartimos los principios y valores heredados de nuestros ancestros y así emprender el día degustando un delicioso desayuno criollo; suero e’ tapara, huevos revueltos aderezados con chicharrón molido, un suculento aguacate, arepas calientitas. O una cachapa caliente con queso e’ mano, queso e’ telita o queso e’ tapara fresquecito, del de Carora. ¡Na Guará! Unas caraotas refritas; ¡Ah! La inseparable picantera, una acemita de que la niña Engracia o un pan de la Aguada (Aguada grande) todo........
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