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Crónicas de Facundo: “Ya está el helado al sol”

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27.01.2025

A los venezolanos se nos modificó la genética de nuestro ser originario desde la ola fratricida que nos arrastrara entre 1812 y 1830. Los doctores de universidad que firmaran el acta de nuestra independencia en 1811 – criticados por las armas – y los que luego sobreviven eran tributarios de la ilustración liberal española, reformistas. Leían a Botero, al antimaquiavelo.

La guerra nos enajenó e imprimió un muy dañino complejo colonial, un culto del autoritarismo paralizante de nuestra voluntad como nación. Desde entonces se nos secuestró y sujetó al mando de los traficantes de ilusiones. La libertad era intersticio, como lo señalara Rómulo Betancourt. La refriega entre el coronel Pedro Carujo, un bolivariano que intentara asesinar a su propio progenitor político, y el presidente civil José María Vargas, es la mejor radiografía de nuestro dilema existencial. Todavía hoy nos aprisiona y radicaliza. Allí reside el origen de la saña cainita y el espíritu divisor contra los que tuvieron que bregar, poniéndoles coto, los padres de nuestra democracia civil, a partir de 1959. Desde entonces nos acostumbramos a vivir en libertad.

Nuestros mayores, españoles vueltos criollos y tras el mestizaje cósmico – tomo en préstamo la expresión de Vasconcelos – con los indígenas nuestros, pocos y nómades culturalmente, y con los africanos llegados en los buques negreros del dolor, a la orden de la empresa explotadora para la que obtuvo concesión don Simón de Bolívar, el Mozo, después de darnos talante, que aún nos hace resilientes, fueron desconocidos por sus hijos. Cada uno de nosotros, considerándonos huérfanos y vueltos adanes, durante cada día y a cada hora, intenta reescribir la historia desde cero y a su antojo: ¡Como vaya viniendo, vamos viendo!

José Antonio Páez, partero de nuestra república liberal conservadora y de nuestra primera constitución duradera, igualmente quiso corregir este rumbo de asaltos y enconos, de arrestos épicos, devolviéndonos a nuestro molde genético, pero no lo logró; ello, a pesar de haber restablecido el matrimonio con españoles prohibido por Bolívar tras la Guerra a Muerte y pidió el regreso de los canarios, agotadas las tres décadas que nos llevaron a ingresar retardados al siglo XIX, en 1830. Los revolucionarios se vistieron de reformistas, también de liberales por tachar a sus adversarios de conservadores, sin ser lo uno ni lo otro.

El caso es que, desde entonces se nos forjó hacia adentro y en el subconsciente – no desde afuera, ni desde un imperio malvado e invasor – el verdadero imperio cultural, a........

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