Crónicas de Facundo: La nación por construir
Celebro que Edgar Cherubini Lecuna, citando a Renan, preocupado por Venezuela e intuyendo que otro tiempo menos ominoso y por hacerse se les abre a nuestras generaciones de relevo, haya recreado y actualizado una idea seminal que se nos extravió, la de nación: “un principio espiritual, una comunidad destino”. Nos recuerda que el término proviene del latín nascere, nacer y, ante ello valen las preguntas: ¿Nacer otra vez? ¿O es que aún no hemos nacido? ¿El tiempo gastado por el quehacer republicano bicentenario, nos encontró o tuvo por ausentes?
La cuestión es esencial. He repetido, en afirmación que comparto con el eminente José Rodríguez Iturbe que, sin nación no habrá república, salvo su ficción o virtualidad. Lo dice este en su pedagógico texto Venezuela, la persecución de la sombra (2024): “Reconstruir la nación para reconstruir la república”. Más en mi caso lo asumo como desiderata ante la Academia de Mérida (La conciencia de nación: Reconstrucción de las raíces venezolanas, 2022): No hay república sin nación, “que es el gobierno de los pueblos levantado en sus grandes experiencias sobre sí mismos”, dice La Martine.
De modo pionero, la Conferencia Episcopal, antes de que su voz se apagase bajo el clima de opresión criminal dominante, habla de “refundar la nación”, en 2021. Pide “mantener viva la herencia que nos dejaron los padres de la Patria [todos y no uno] y, así entonces, dar el paso necesario e impostergable de [ver renacer] a Venezuela, con los criterios de la ciudadanía e iluminados por los principios del Evangelio”.
Su propuesta, más allá de lo propio, pues lo propio tampoco sobrevivirá de espaldas al Nuevo Tiempo o el orden nuevo en cierne, hemos de entenderla en su corriente contexto, a saber, a la luz del orden que se cuece en las hornillas de Occidente y en fuerte tensión entre las naciones de mayor arraigo y poder desde hace tres décadas, a partir de 1989.
Pero sin lo propio, sin que reconstruyamos nuestra idea genuina de nación, el tsunami de la inevitable globalización dominante de la técnica y en pugna contra toda idea de racionalidad iluminada nos arropará a los venezolanos. Nos dejará sin identidad propia, en el último vagón y presas de un ecosistema empeñado en la dictadura del relativismo.
Digo, pues, que aquélla, la idea de la nación y su obligante reconstrucción se la entiende mejor ahora y en su urgencia. Acaso la inspiró como necesidad en nuestros Obispos el Papa Francisco, pues como Cardenal trasladó a sus compatriotas argentinos la misma idea, desde su opúsculo La nación por construir (2005). Les exigía mirarse en 1810, para proseguir en el camino del siglo corriente.
En nuestro caso, se nos atraviesa la nación que maceramos a cada instante sin acabarla, de talante propio ciertamente, que recibió las enseñanzas judeocristianas y grecolatinas sometiéndolas a los cánones del mestizaje dentro de las localidades del llamado Mundo Nuevo, y que se nos desdibujó secularmente a los venezolanos.
Al efecto, tomo en préstamo lo afirmado por Rodríguez Iturbe en........
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