VERGÜENZA PÚBLICA
Sea cual sea la interpretación que cada cual dé al “dador de vida”, donde dos bandos predominantes suelen existir: el naturalista y el teológico, Spinoza, filósofo hereje ilustre de Ámsterdam, magistralmente rompió la dicotomía con una elegancia quirúrgica: concibió el mundo desde el amor. Pero no cualquiera, sino el amor intelectual de Dios: no es un arrebato emocional personal, sino la comprensión profunda de la naturaleza y sus leyes, entendidas como una única sustancia, que al ser únicas, “Dios” y “Naturaleza” resultan ser sinónimos indeclinables.
El amor humano en su mirada no era simple emoción, sino un acto de entendimiento entre lo humano y lo divino sin que el deleite asuma supremacías, sino que se diluye en un amor universal posible solo en el reino incierto de la razón. Difícil de asimilar en este planeta, donde los humanos, por capricho, egoísmo y ansia de poder, se matan unos a otros, renunciando a su capacidad de actuar en torno a principios y valores, encendiendo pasiones que, por cierto, no son amor.
Amar por comprensión, diría Spinoza, es saber que la vida no pertenece a nadie, ni a los visionarios de la naturaleza ni a los teócratas que con hilos invisibles manejan la marioneta del poder. Y, para quien lo entienda, la esencia se conserva… aunque el mundo se empeñe en olvidarlo.
Extraña, aunque en verdad no debería, la condición humana: unos imbéciles ciegan la vida de unos ignorantes que, para colmo, resultan sacrificados con una culpabilidad compartida. No existe criatura más peligrosa que el sabelotodo de manual, vacío de comprensión; ese que presume conocer todo y, sin embargo, confunde el adjetivo con la esencia, es decir, nunca llega a lo sustantivo, a lo realmente importante.
Matar a sabiendas, solo por impulso emocional o visceral, es la marca registrada de la imbecilidad. Vivir por vivir, es concretar la realidad aun así se ignore. Descubrir asesinos puede resultar excitante; perdonarlos con responsabilidad en cambio, exige sabiduría. Y ahí se abre el abismo: la diferencia brutal, diametral, entre la bestialidad y la ignorancia.
La elucubración, para introducir de nuevo en reiteradas ocasiones la parábola del rico y el pobre, del siervo y el patrón, donde la diferencia es el poder, y en su grado........
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