Creer que no habría consecuencias (de nuevo).
Julián Cárdenas Correa
En la política, como en la vida de las naciones, los actos tienen consecuencias. Lo que se dice y lo que se omite también las tiene.
Durante meses, Colombia ha venido acumulando tensiones diplomáticas con los Estados Unidos, el socio histórico más importante que ha tenido el país en lo comercial, lo financiero y lo estratégico. Cada declaración, cada gesto y cada decisión de política exterior se suman como piezas de un tablero que, de repente, puede inclinarse sin previo aviso.
Hoy, cuando el mundo observa con sorpresa las recientes declaraciones provenientes de Washington, el país se enfrenta a una realidad incómoda: la relación bilateral atraviesa su punto más delicado en muchos años. Más allá de si la acusación que circula sea o no cierta, la de Petro relacionado con el narcotráfico, el simple hecho de que haya sido pronunciada —o incluso sugerida— marca un cambio en el tono, en la confianza y en la narrativa con que se percibe a Colombia desde el exterior.
No se trata de defender o atacar a una persona. Se trata de entender que un país no puede navegar con tranquilidad en medio de una tormenta diplomática sin pagar un precio. Los mercados internacionales no leen discursos: leen señales. Y las señales que hoy se proyectan desde Colombia son de incertidumbre, de tensión y de aislamiento.
Estados Unidos no es solo un aliado político. Es el destino del 30........





















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