Observar sin juicio: el acto de valentía más íntimo
Si hace quince días hablamos de cómo el caos es inevitable y necesario para la transformación, esta semana la pregunta es: ¿Qué hacemos una vez que el barco se agita? La respuesta no está en el hacer, sino en el mirar .
Muchas veces luchamos contra nuestras sombras internas, intentando ocultar o negar lo que consideramos “malo” en nosotros: una reacción impulsiva, un error, una emoción incómoda. Sin embargo, esa resistencia nos roba la oportunidad de crecer.
La verdadera valentía comienza cuando somos capaces de observarnos sin juicio. Este gesto de consciencia implica sentarse en la orilla del propio río interior y contemplar lo que fluye en él sin intervenir. Significa reconocer nuestras emociones y actos por lo que son: “esto fue rabia”, “esto fue envidia”, “esto surgió del miedo”. Sin añadir etiquetas destructivas como “soy una mala persona”. La observación sin juicio nos invita a nombrar sin condenar.
Este ejercicio, que combina sabiduría espiritual y principios de la física cuántica, parte de una verdad profunda: el observador transforma lo observado. En la física, el acto de mirar modifica el fenómeno; en la vida interior, el acto de observarnos nos libera de identificarnos con lo que sentimos. Cuando decimos “soy rabia”, quedamos atrapados........





















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